Si quieres ver viejos ven a mi barrio y Paseando a un niño gordo

Libro que estamos comentando

(La fotografía la he tomado de aquí: National Geographic)

Continuamos con el cuaderno de impresiones que es Lugares que no quiero compartir con nadie. Reviso las mías en mi cuaderno de viaje, e intento ordenarlas temáticamente, por citas... pero el capricho lector y viajero, manda. Qué difícil es no estropear lo que la escritora narra con tanto oficio y aparente liviandad. Vamos allá.

El cierre de establecimientos míticos. Leyendo sobre Florent, Rose’s Turn … y tantos otros establecimientos que cerraron (¿crisis económica del 2008 mediante?), se me ha venido a la mente la crisis en la que estamos ahora inmersos. La cantidad de negocios familiares que están cerrando o han cerrado ya. A nada que te des un paseo por la ciudad o lugar en el que vives, los carteles de  Se traspasa, Se Alquila, Liquidación Total, son herida abierta y espejo de las dificultades insalvables que nos ha traído el tsumani de la pandemia. También he caído en la tentación de visitar algunas de las webs, el café Reggio, el Flor de Mayo, el hotel Maritime… Os recomiendo que consultéis el directorio final del libro (aunque algunos enlaces están rotos).

Nueva York, los tópicos y la imposibilidad de aprehender su esencia. “el célebre y rancio recurso de idealizar lo rural y definir Nueva York como ese hormiguero en el que los seres humanos están solos como perros y sólo son capaces de dar sentido a sus vidas a través de las compensacioens económicas se ha quedado anticuado poéticamente y, para colmo, no parece responder a la realidad. Los viejos de la urbe, si cuentan con un barrio por el que pueden pasear y con autobuses que les permiten no tener la obligación de tomar el coche para comprar el pan, son sin duda más felices, o por decirlo más apropiadamente, se sienten menos aislados que los del idílico campo”.

Elvira Lindo revela que los viejos (y muchos bebés, pero menos que en Brooklyn) están en su barrio. Que su barrio, el Upper West, es un país en sí mismo, un país para viejos. También que en él se da una “convivencia real de distintas edades, clases sociales y razas”.  Y esto que es muy relevante: "Hay que acudir a los viejos si se quiere encontrar ese punto en común entre lo que se ha perdido y lo que ahora se presenta como última tendencia. Es en esa intersección donde debe de andar el espíritu peculiar de esta ciudad". 

De la ciudad, Lindo dice: “es el ambiente ideal para los fabuladores; para aquellos que sientan la necesidad de estar a la vanguardia; Nueva York es una mina para los enterados, para los enteradillos”. Los neoyorquinos, los que conozco claro, que nacieron o se educaron aquí suelen disfrutar de su ciudad de una manera más conservadora, viviendo a fondo el barrio que les tocó en suerte, construyendo su propio hábitad dentro de la ciudad para hacerla más habitable y sin sentir la necesidad de abarcarlo todo. Yo he optado por esa segunda manera de vivir aquí. Hubo un momento en que me di cuenta de que una manera de sentirme en paz e integrada era moverme a diario dentro de los márgenes de mi barrio, no entregarme a un desaforado turismo permanente”.

Nueva York, en sus primeros tiempos, la rejuveneció. Y no olvidemos que durante una semana vivió una etapa febril, episodio que relaciona con una noche de la infancia en la que no durmió. La autora, sola en Nueva York, se lanzó a la vida, a las calles: “Caminé y caminé como una poseída, como alguien que hubiera hecho la promesa de no dejarse una calle sin andar, o como si estuviera siempre a punto de perderme algo en la siguiente esquina”. ¿Habéis experimentado esto o parecido en alguna ocasión en uno de vuestros viajes?

En esta parte, nos va presentando a algunos amigos: la becaria del Instituto Cervantes, el amigo que contaba historietas que ella no sabe si son exageradas o qué (por cierto que Craigslist ese portal de segunda mano cibernético sigue existiendo, yo no lo conocía), Julia Newman, una documentalista judía, y el más significativo de esta parte: Xavi Menós.

Lo escribe:  “Es curioso que Xavi y yo, tan proclives al hedonismo, cimentáramos nuestra amistad sobre la base de dos experiencias desgraciadas”. Estas dos experiencias las narra la autora detalladamente, y creo que poco puedo aportar sobre ellas. Sí me gustaría que nos fijásemos en esta reflexión: “ No, no es necesario irse lejos para sacudirse los capítulos desagradables de la vida, pero es cierto que la distancia ayuda a no engolfarse en el dolor que provocan”. 

Tenemos a otra escritora, en este caso, pareja de escritores, con perrita: Lolita. 

La relación con Antonio, creo que queda definida de una manera hermosa y sutil en este párrafo: “Antonio suele caminar a la vera del río. Yo, por el parque. Vamos por senderos paralelos, él más abajo, a la altura del cauce del Hudson, yo por arriba. A él le gusta extasiarse observando las corrientes caprichosas y rebeldes del Hudson; a mí me gusta pisar blando en la tierra siempre fértil del parque”.

O la vuelta a casa de él: “Toda mi existencia pareció cobrar entonces una deliciosa normalidad, como si los pedazos de mi misma desparramados por el sofá volvieran a colocarse en su sitio y conformaran de nuevo mi cuerpo, el mismo que se levantó hacia la puerta y le rodeó el cuello con los brazos”. 

Yo diría que juntos, pero no revueltos. Cada uno con su individualidad. 

La comida, que no es dieta mediterránea: nos ofrecer una guía completa, de la mañana a la noche, de lugares y delicias hipercalóricas. (He de reconocer que el dulce me pierde y siempre tengo que tener cuidado con él. De ahí lo de hacer tanto ejercicio). Y ahí está el gimnasio caserito, el Paguí (tengo la sensación de que se matriculó para regalarnos esa galería descacharrante de personajes), el Tai Chi que a ella no parece irle mucho… lo  suyo, aunque sea en su barrio, es caminar.

También toca el tema de las compras, los supermercados, los productos para hacer la comida o los tesoros que adquiere o, simplemente, mira.

Me ha gustado mucho saber de esa afición de Antonio Muñoz Molina, la de atesorar hallazgos que va encontrando en sus paseos al lado del río. ¿Hacéis eso en vuestros viajes/caminatas/excursiones?

Por cierto, he buscado a Terri White, la cantante del Rose’s Turn que tan mal lo pasó a su cierre y resurgió de sus cenizas. Su historia parece una película. Y… ¿qué me decís de las líneas sobre los Cosmopolitans y Sex and the City?

Vuestro turno, dejad aquí vuestras impresiones: comentarios, opiniones, reflexiones…

Os leo, nos leemos.

Salud y largo viajes, lectores.