Hasta Herbario, incluido

Libro que estamos comentando
Lisboa Antigua

lo más nimio merece ser observado, filmado y descrito.

Queridas viajeras, queridos viajeros:

Seguimos adentrándonos en Lluvia roja, una obra plagada de viajes de Cees Nooteboom, viajes geográficos “externos” e “internos”.

Solo o acompañado es un relato que reflexiona sobre el hecho de viajar, de vivir a fin de cuentas, solo o en compañía. Dice Nooteboom que viajar (vivir) solo no hace necesariamente mejores los libros de viajes, pues a fin de cuentas, tus impresiones, tu mirada, es tuya, y siempre, aunque sea durante un rato, o una noche de hotel, te quedas a  solas con tus pensamientos. Reúne Nooteboom, pese a su mala memoria declarada, a una buena terna de amigos que le acompañaron en sus viajes, alguno de ellos antes incluso de haberle conocido: son Philip Mechanicus, Rüdiger Safranski, W. L. Brugsma, Ed. Hoornik y Eddy Posthuma de Boer. Este autor, traductor, escritor, viajero, narra obras de ficción y relatos de viajes, y hace una reflexión muy interesante sobre ello (me pregunto si es que tiene mala memoria por esta razón):

Escribir una novela exige olvidar muchas cosas. Hay que borrar gran parte de la realidad vivida para dejar espacio a la imaginación. A mucha gente esto le puede resultar difícil.

Me han sobrevenido unas ganas terribles de leer El paraíso estaba aquí al lado, esa recomendación secreta que corrió, de boca a boca, en el colegio de Safranski.

El capítulo Gran Río, y el poema, es un relato de aventuras de un muchacho enamorado (¿acaso un pretexto para viajar?) que se enrola en un barco y se postula como periodista y, combinando estas dos facetas, navega hacia Sudamérica en un viaje sin retorno (o de retorno, digamos, difícil) pues el barco el Gran Río, se quedaría en aquellas latitudes. La desazón, el amor romántico, que siente Nooteboom en medio del mar casan muy bien con esa saudade del fado, en Lisboa:

Esa fue la primera vez que escuché a Alfredo Marceneiro, una voz áspera y ronca que contenía toda la desesperación del mundo, la saudade, esa particular provincia portuguesa de la melancolía, territorio favorito de los enamorados.

El rey de Surinam es un texto en el que vuelve a asomar el fino humor de Nooteboom (si acaso en alguna ocasión este se esconde, aunque es improbable). Ese vuelo, tan peligroso, ese pasajero importante, de peso literal y metafórico... ese avión dando bandazos, y ese segundo vuelo de Nooteboom... que plasma, como en sus anteriores andanzas, en una nueva novela. Transmutándo la realidad, olvidando, inventando, claro está. Porque el autor utiliza la realidad como punto de partida para su literatura (y es que menuda vida, la de nuestro autor).

Herbario es un cuaderno antiguo, del niño Nooteboom. Un cuaderno en el que se atesoran plantas, flores, hierbas... de otro tiempo, momificadas. Un herbario que habla de excursiones semanales y de un hábito de observación al detalle que arranca en ellas, y en la posterior elaboración de ese cuaderno azul...

Vuestro turno.

(La imagen, Bélem. Lisboa Antiga)