Capítulo V. Enamoradas de la vida salvaje
En la introducción, Morató nos habla de una serie de mujeres magníficas: las primatólogas Dian Fossey (¿algún lector viajero de Ítaca no ha visto aún Gorilas en la niebla?), Jane Goodall (me encantó el documental de National Geographic, pese a la idealización de su vida y su trabajo que denuncia Morató. Os dejo el tráiler, podéis encontrar mucha info sobre él en la red. Y os enlazo esta charla de 2019 para BBVA, dentro del ciclo Lecciones de vida, me parece una mujer magnífica), o Biruté Galdikas (no conocía su trabajo, ni su fundación. Aquí os dejo, también un vídeo). Tengo anotado esta cita: “soportaron todas estas penalidades (…) por la estrecha relación que establecieron con los animales, por el amor desmedido a su trabajo y la independencia que tenían siendo investigadoras de campo”. Es tremendo que, por miedo a perder su empleo, Dian Fossey jamás hablara de la tortura (violaciones, palizas… un rosario cruel de humillaciones) que padeció a manos de los soldados de Mobutu.
En el repaso que hace de otras mujeres comprometidas y enamoradas de la vida salvaje, está Joy Adamson, pintora y autora de Nacida libre (¿la habéis leído), que se adaptó a serie televisiva, y al cine, (aquí os dejo algunas fotos de ella, y su marido George, así como algunas de sus pinturas); Lorna Marshall que estudió a los bosquimanos en el Kalahari, y su hija Elisabeth Marshall Thomas, que hizo lo propio en Uganda, con los dodoth, una tribu guerrera de pastores. En realidad, la familia Marshall es digna de detenerse en ella en su totalidad. Esa pulsión por cambiar de vida, de una vida burguesa, acomodada, tradicional, y vivir en África… ¿la comprendéis, podríais llegar a sentirla?
Entre estas mujeres extraordinarias que nombra y detalla Morató, está la arqueóloga Mary Leakey y su fantástico trabajo, en cierta medida, opacado por su marido, pero como le sobrevivió 25 años, le dio tiempo a que su luz brillara. Su hijo Richard, lo tenía muy claro: “En las décadas de 1950 y 1960, mi padre consiguió la mayor notoriedad, probablemente a causa del machismo de la época. Sin embargo, Mary era el motor e las investigaciones, la auténtica buscadora de fósiles”.
Anteriores a ellas, estuvieron en África las extraordinarias Delia Akeley y Osa Jhonson, protagonistas de este capítulo.
Delia Akeley. La amiga de los pigmeos (1875-1970)
De Delia podemos destacar su infancia difícil, su deseo de construirse una vida totalmente alejada de ella, y de su primer matrimonio, al que borró de un plumazo. Casarse con Carl Akeley supuso, sin duda, su nuevo comienzo, su reinvención, la primera de ellas. También su coraje al volverse a reinventar, sola, con casi cincuenta años, y lanzarse a realizar el mismo viaje que Livingstone, a pie, pero en sentido contrario.
¿Por dónde empezamos? Más allá de las proezas de Delia, de su valor, de su excentricidad (esos nueve años “humanizando” a J.T. , al que trataba como un crío caprichoso. Esto es tremendo), creo que podíamos reflexionar sobre los museos, sus encargos a los exploradores, y la mentalidad de la época. Resulta que Carl estaba convencido de que los animales, los maravillosos y grandiosos animales como los búfalos, los elefantes, los leones, etc, iban directos a la extinción. Y, ¿cuál era su obsesión? Cazarlos, embalsamarlos, prepararlos y exponerlos en las salas de los museos. Contribuir a su extinción. (El Akeley Hall of African Mamals. Museo Historia Natural de Nueva York). En el momento en el que vivimos, leer esto y reflexionar sobre ello, es escalofriante. Desconozco si, a esas alturas, se podría haber hecho algo más que lograr animales para su exhibición…
Siendo muy interesante la etapa vivida con su esposo, lo es más su etapa con los pigmeos, que en “aquella época llamaban poderosamente la atención de los exploradores y antropólogos por su primitiva forma de vida”. En esa época, Delia fue feliz, pese al cansancio, las incomodidades como los insoportables mosquitos y la humedad siempre presente. La naturaleza era maravillosa, y pudo ser testigo de un tipo de vida que estaba a punto de desaparecer. ¿Quizás su infancia la preparó para adaptarse a tantos rigores y a ser capaz de vivir con lo mínimo (sí, de acuerdo. La bañera de caucho)? Delia parece tener un sentido del humor muy acusado (como Slessor, como Kingsley), se me antoja que esa cualidad es altamente provechosa en todas las épocas…
Al final, Delia volvió a reinventarse. La viuda de su esposo (por quien la había abandonado, y que había pasado con él unos pocos años) recibía todos los honores (y recibió todo el dinero), ella tenía ya 64 años, y la presupongo cansada, con ganas de parar. Se casó con un médico viudo y se dedicó a pasear por Florida en invierno, por Devon en verano y a habitar sus mansiones. Los museos del mundo atesoran sus colecciones, y murió rica. Una mujer excepcional que se hizo a sí misma.
Osa Johnson. Filmando en el Paraíso 81894-1953)
No sé vosotros, pero estas páginas las he leído con verdadera fruición, si algunas de las anteriores biografías parecían verdaderas películas… esta es trepidante y divertida, como debe serlo el libro que escribió Osa, Casada con la aventura.
Este matrimonio aventurero, (os enlazo la página de un museo/tienda, hay muchas fotos de ellos) un tanto ingenuo, alocado, extravagante… la chica de la América profunda que se lleva un saco de harina y levadura en su primer viaje ¡¡!! En todas las imágenes se les ve sonrientes, pareciera que felices, a gusto en su piel. Pioneros del documental, lo concibieron como una película de aventuras, de humor y con su pizquilla de morbo. Morató nos describe su historia minuciosamente, los primeros viajes en solitario de Martin, y los primeros viajes de la pareja, y cómo sus vidas corrieron grave peligro (¿Quizás el destino o su propia ingenuidad protege a este tipo de personas?)
Su encuentro con Carl Akerley les lleva a África (cuando leí esta parte, apunté: “vaya, así que Carl también tenía otros planes, digamos, más conservacionistas”), y su posterior encuentro con Eastman, les proporciona dinero y los medios necesarios para seguir cautivando a las masas con sus películas, que cada vez, más se alejaban del documental científico… con patrocinadores y publicidad por doquier, incluso, utilizando las imágenes de los nativos lo que les acarrearía críticas.
Su periplo por África, por el lago Paraíso (en el que montan un poblado), sus diferentes filmes, toda la deriva que toman, impulsados por dar a su público lo que requieren… Incluso, se atreven a volar para realizar películas aéreas de su amada África. Parece una broma cruel que Martin muriese en ese vuelo comercial, y no en los aventureros vuelos en los que se embarcaba con Osa.
Osa y Martin Jhonson me producen, también, sentimientos contradictorios. Vosotros, ¿qué opináis?
Llegamos al fin del libro de Cristina Morató, y os enlazo este artículo que enlaza, a su vez, recursos sobre África. Es del año pasado, y se titula Un paseo por África sin salir de casa, se publicó por el Día de África.
En cada capítulo, os he preguntado qué mujer, de las que nos retrataba la autora, era vuestra predilecta. Esta semana, doble pregunta: ¿Delia u Osa? Y de todas las que hemos leído sus vidas, ¿cuál es la que más os ha impactado/gustado/conmovido?
Vuestro turno.
Salud y largo viaje, lectores.