4ª parte. Hasta el final.
"Dimitrios estaba vivo", le dijo Peter a Latimer mientras este le escucha paralizado. "Instintivamente sabía que era verdad", apunta Eric Ambler. Todo irá encajando en la mente del novelista inglés y en la trama que se ha ido generando alrededor del mito del empaquetador de higos griego.
Ahora cobra sentido la importancia que tiene Latimer para Peters: él es el único que puede asegurar que el cadáver que vio en la morgue de Estambul no era el del Dimitrios. Sin embargo, deducir de lo anterior que Dimitrios sigue vivo parece demasiado arriesgado, salvo que Peters, poco después, afirma que lo ha visto en París hace unos días.
Llega el momento en el que Peters se compromete a contarle todo al novelista, toda la historia desde que Dimitrios se convirtió en un soplón y denunció a sus compañeros de banda en París. Todos ellos habían jurado vengarse, aunque fue Visser el que dedicó más tiempo y más esfuerzo a cumplir el objetivo. Visser había seguido a Dimitrios anteriormente y conocía la dirección de la mansión donde vivía.
Después de salir de la cárcel, Dimitrios ya no vivía allí, por lo que tuvo que utilizar su dinero y su inteligencia para viajar por toda Europa en su busca. Dimitrios ya no era el criminal sin escrúpulos que él había conocido, sino que se había convertido en un personaje que se codeaba con la alta sociedad parisina.
Durante esos años, Visser alternó estancias en la cárcel por falsificación de cheques, viajes con pocos resultados y, en cualquier caso, siempre teniendo la idea obsesiva de encontrar a Dimitrios y acabar con él.
Cuando Visser escribe a Peters y le anuncia que ha encontrado a Dimitrios y que le devuelve tres mil francos que le había prestado, sospecha que le está haciendo chantaje, así que "pensé que bien podía ser interesante encontrar a Dimitrios, por mi cuenta, y compartir la buena suerte de Visser". Peters se une a la búsqueda marchando a Roma, y de vuelta, a París, a Cannes y finalmente a Grecia. Allí puede leer en los periódicos el descubrimiento de un cadáver de un griego oriundo de Esmirna.
En esas fechas, Peters averigua que Dimitrios acababa de realizar un crucero por el mar Egeo. Si Dimitrios había vuelto a París, el cadáver no podía pertenecer a otro que no fuese Visser, que estaba sentenciado desde que empezó a extorsionar al griego. Con el cambio de personalidad, Dimitrios, oficialmente muerto, había dejado de ser responsable de sus primeros delitos en Turquía, el asesinato del judío Sholem.
Peters le cuenta a Latimer su plan para pedirle un millón de francos a cambio de olvidarse para siempre de él. Mientras que Peters contacta con Dimitrios para elaborar un plan que sea seguro para sus intereses. Latimer decide renunciar al dinero. ¿Rectitud moral por parte de Latimer?
La escena final se convierte en un "tour de force" entre Peters y Dimitrios, con Latimer como testigo de excepción. El resultado ya lo habéis leído. forcejeos, disparos, persecuciones, entrega de dinero y, finalmente, un duelo en las casas de la "impasse des Huit Angers".