3ª parte. Hasta el capítulo 12.

Libro que estamos comentando
La pistola Luger con la que Mr. Petes amenaza a Latimer.

Según le había prometido a Mr. Peters, después de visitar a Grodek en Ginebra, Latimer marcha a París a entrevistarse con el primero. No tiene que ser un motivo menor la promesa que le ha hecho de entregarle quinientos mil francos, una cantidad que el escritor no sabe bien a qué se debe ni si realmente se la merece.

Estamos en una fase de la novela en la que los lectores nos encontramos rodeados de incertidumbres: desconfiamos de los pretextos de Latimer para seguir la pista de Dimitrios por toda Europa por muchas explicaciones que este nos dé (más bien se las ofrece a cada personaje al que le pide ayuda sobre Dimitrios, Haki, la Preveza, Marukakis o Peters); no sabemos todavía qué pinta Mr. Peters en esta historia, por mucho que intente conseguir que Latimer confíe en él y vaya siempre preparado con la Luger en el costado; Grodek atiende y cuenta a Latimer su experiencia con Dimitrios en Yugoslavia, aunque sospecho que lo hace también con un motivo secreto, que Latimer también desconoce.

La realidad es que Latimer marcha a París a encontrarse con Peters, después de que Grodek le anime a hacerlo. El escritor británico siempre demuestra tener recursos y mucho sentido común, así que busca en la hemeroteca algún acontecimiento que hubiese tenido lugar en diciembre de 1931 relacionado con la detención de un grupo de traficantes de droga. Recordemos que esta referencia ya aparecía en el informe policial que Haki le había mostrado en Estambul.

Los periódicos relatan la detención de un grupo, "El consejo de los siete", que operaba en París y en Marsella. Fueron apresados y rápidamente juzgados, aunque después fueron condenados con penas muy bajas para lo que era habitual. Entre los detenidos resaltaba el nombre de un tal Petersen, que por la foto del periódico, se trataba de Mr. Peters. Lo curioso es que no se citaba a Dimitrios por ningún lado, a pesar de que desde Estambul, Latimer ya sabía que él había traicionado al grupo de compinches y había enviado a la policía un extenso informe sobre las actividades de cada uno. ¿La muerte de Dimitrios en Estambul estaría relacionada con la venganza de alguno de los traicionados? Lo podemos imaginar, pero aún es pronto para saberlo.

De lo que sí va a tener conocimiento Latimer es de cómo llegó Dimitrios a ser el jefe de la banda de traficantes desde su huida de los conflictos en Yugoslavia, en 1928. Peters se la relata al escritor cuando acude a la cita que tenían prevista en París.

Peters inicia su historia desde el local con aires morunos que tenía con su socio Giraud, Le Kasbah. Cuando el negocio empieza a ir mal, conocen a Dimitrios, al que describen con la apariencia, los rasgos y los modales de un chulo de barrios bajos. Este les propone iniciarse en el negocio del tráfico de "trata de esclavas blancas" y poco después de servir de enlaces y de distribuidores del negocio más lucrativo de la heroína desde los países de Oriente Medio, que Dimitrios tan bien conocía. En ese negocio, ganó muchísimo dinero, pero acabó enganchado a la heroína y desequilibrado emocionalmente.

Ambler describe muy bien para la época el negocio de la trata de blancas, de la heroína, la cocaína y la morfina, y el proceso por el que una persona acaba siendo un adicto. Como Dimitrios ya estaba enganchado, acabó siendo un soplón para la policía y denunciando a sus socios de banda. Peters habla de la figura de Visser, el holandés del grupo. Visser era más colérico, más violento y más astuto que ninguno, y juró vengarse de Dimitrios por haberles vendido a la policía francesa. Más adelante averiguaremos todo lo que el holandés, cada vez más desesperado, fue haciendo para no perder la pista de un Dimitrios que, ya muy rico, desapareció de la vida ordinaria tras cambiarse el nombre y empezar nuevas relaciones con personajes de muy alto nivel.

Pero la sorpresa que Peters tiene preparada para Latimer, la que valdrá los quinientos mil francos prometidos, será la constatación de que el cadáver que Latimer vio en un depósito en Estambul correspondía al holandés Frederick Visser y no a Dimitrios. Dimitrios vive y goza de buena salud, le confiesa Peters

Al final, hemos subido un vídeo en el que Pérez Reverte elogia La máscara de Dimitrios. No olvidemos que el escritor acaba de prologar una edición de la novela que ha aparecido en la colección que dirige, Zenda.