2ª parte. Hasta el capítulo 10
Siguiendo la pista de Dimitrios, Latimer viaja en tren de Atenas a Sofía. En varias ocasiones el escritor inglés intenta explicar y justificar su fascinación, casi obsesión, por la historia del criminal Dimitrios. El coronel Haki le puso sobre la pista de alguien cuyo cuerpo acababa de ser rescatado del Bósforo y al que Haki también parecía profesar una singular admiración. Latimer continúa recorriendo Europa tras los pasos de Dimitrios con la esperanza de encontrar material para un nuevo libro. La simplicidad de este recurso argumental es brillante, ya que permite al autor incluir una variedad de ambientes y ciudades y detallar la situación política de los países de Europa oriental durante el período de entreguerras.
En la capital búlgara, cuenta con la colaboración de un periodista de una agencia francesa de noticias, Marukakis. Además de hacerle de intérprete y traductor, le pormenoriza los hechos que tuvieron lugar en 1923 en el país, especialmente los atentados y los intentos de golpe de estado que sufrió el primer ministro y jefe del Partido Agrario, Aleksandar Stoimenov Stambuliski. El coronel Haki ya le había informado que Dimitrios había participado como agente extranjero en estos hechos y en otros relacionados con el espionaje a alto nivel en el conflictivo mosaico de la Europa oriental. Lo más relevante era conocer cómo se había involucrado en este complot y cómo pudo escapar de la orden de extradición que el gobierno búlgaro había expedido contra él.
Parece que Dimitrios no había estado directamente relacionado con el Comité Revolucionario Macedonio, el grupo terrorista que dificultaba las relaciones entre Yugoslavia y Bulgaria en aquella época, sino con el más opaco Banco de Crédito Euroasiático, la entidad que se beneficiaba del tráfico de heroína desde Bulgaria y era capaz de influir en su beneficio en la política de varios países de la zona.
De nuevo, Latimer se justifica ante Marukakis por la fijación por Dimitrios: una mezcla de curiosidad y de interés por comprender su mentalidad y su camaleónica capacidad para sobrevivir ante las situaciones más adversas. El periodista se considera más un biógrafo que un investigador.
En Sofía es de vital importancia conocer a la mujer que aparece en los informes de la policía búlgara, con la que Dimitrios tuvo relación. Se trata de Irana Preveza, la dueña de un local nocturno, algo parecido a un local de alterne, La Virgen Santa María, que en 1923, según ella misma cuenta, rescató a Dimitrios del arroyo, le mantuvo y le ayudó económicamente. El rechazo inicial a recordar su relación ("Hijo de camella enferma", lo califica con rabia) puede suponerse por los mil francos franceses que le prestó y que nunca le fueron devueltos, pero detrás de la rabia se aprecia la huella que el griego le dejó mientras estuvieron juntos, hace ya quince años. Mme. Preveza reconoce que actuó "como una mujer tonta y generosa".
Perdió el contacto con él tras los atentados fallidos contra los jerarcas del Partido Agrario y solo recibió una carta de Dimitrios desde Adrianópolis para que se hiciese cargo del correo que pudiese llegar a su nombre, o al de su seudónimo Talat.
La siguiente parada parece ser Belgrado, donde Dimitrios actuó como espía contra los intereses de la marina yugoslava y en beneficio de Francia, pero el plan va a sufrir un cambio repentino cuando vuelve a la habitación de su hotel. Allí le espera el enigmático y locuaz Mr. Peters, uno de los grandes personajes de la novela. "El hombre gordo extendió sus manos grandes y suaves, una de las cuales brillaba con un anillo de diamantes bastante sucio. «Soy ciudadano del mundo», dijo. «Para mí, todos los países, todos los idiomas son hermosos. Ojalá los hombres pudieran vivir como hermanos, sin odio, viendo solo las cosas bellas. ¡Pero no! Siempre hay comunistas, etcétera. Es, sin duda, la voluntad del Grande»".
Aunque Mr. Peters le amenaza con una pistola, acaban en una especie de "entente cordiale", un acuerdo entre ambos para beneficiarse mutuamente y acabar con sus desavenencias. Peters le promete una recompensa de 500.000 francos si trabajan juntos, sin especificar mucho más. Solo le ofrece el nombre de alguien que le va a ofrecer mucha información sobre Dimitrios, es un antiguo espía profesional polaco que vive en Ginebra y que contrató a Dimitrios en 1926 para trabajar con él en Yugoslavia. Su nombre es Wladyslaw Grodek y solo accede a hablar con él por la carta de recomendación que le ha dado Mr. Peters y por algún oscuro interés que Latimer no acierta a adivinar. Todo este entramado de amistades, asesinatos, espías, organizaciones criminales, intereses económicos, antiguas rencillas y actos sometidos a secretos de política internacional se perciben muy velados en la novela. Los hechos se vuelven plausibles cuando los relatan los protagonistas, pero Latimer nunca los percibe como la verdad absoluta. Lo que a todos los protagonistas les acaba impresionando es saber que Latimer vio el cadáver de Dimitrios en un depósito de Estambul. Eso es lo que lo convierte en un testimonio muy valioso.
La velada en la villa de Grodek la reseña con detalle el escritor en una carta a su amigo Marukakis. En la carta, define a Grodek como "G., jefe de espías"y en ella mezcla información sobre la historia y la política de Yugoslavia en 1926 y los años anteriores, con la actuación rocambolesca que permitió a G. y a Dimitrios a hacerse con información altamente secreta de la disposición de la defensa marítima y los campos de minas del país en aquellos años tan convulsos. A mitad de la carta ya sabemos que la operación planeada por G. fracasó. Y que la razón del fracaso fue Dimitrios. Los detalles de la operación resultan francamente fascinantes, un relato clásico de espías.
- En este enlace podéis ver la versión de Jean Negulesco de 1944 https://vk.com/video366348914_456239834