4ª parte. Hasta el final.

Libro que estamos comentando

Antes de entrar en los detalles de la última parte de la novela, quiero plantear la pregunta que supongo que os habréis hecho todos cuando se ha acabado la última página: ¿quién es el "inductor", el personaje que supuestamente encarga a Giacomo Mainardi el asesinato de un desconocido, que acabará siendo el exmarido y maltratador de Teresa, Sebastiano. Al menos eso es lo que dice el recluso.

Durante su fuga de la cárcel y cuando ya estaba de vuelta en prisión, sintió la presencia y la amenaza de un desconocido. De hecho, confiesa que volvió a la carcel porque sentía que alguien, en la calle, había intentado asesinarle. ¿No sabemos tampoco nada más de ese desconocido?

Cuando, en la escena final que comparten Teresa y Giacomo, ella le pide que confiese el nombre para asegurar sobre todo la protección de su equipo, Giacomo no lo quiere decir. ¿Por qué? Solo le insinúa que podría ser una mujer y le asegura que no fue ella la que en sus periódicas visitas a la cárcel se lo había mencionado. El misterio inicial con el que arranca la novela se queda sin explicación como por arte de magia.

He pensado que he sido yo el que no he sabido leer entre líneas alguna sugerencia que Ilaria Tuti haya podido hacer sobre el asunto. Yo hacía tiempo que no me quedaba tan perplejo, a no ser que la autora tenga prevista una continuación muy próxima y quiera arrancar con ese misterio.

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Elena Sofía Ricci es Teresa Battaglia en la serie de la RAI basada en la novela de Ilaria Tiuti "Fiori sopra l'inferno"

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También sus compañeros se muestran sorprendidos. Massimo le pregunta a Lona si va a incluir en la persecución de Giacomo la investigación del posible inductor. Lona toma el camino del medio y el que menos problemas le va a dar. Le contesta que todo fueron invenciones de Giacomo Mainardi para intentar confundirlos e intentar captar la atención de Teresa Battaglia.

Habíamos dejado la semana anterior a Teresa Battaglia adivinando cuál sería el próximo movimiento de Giacomo Mainardi, una vez que se ha escapado del hospital después de ser ingresado tras su intento de suicidio. Supone que irá al cementerio a visitar la tumba de su primera víctima y allí, efectivamente, tienen un encuentro fugaz. Da la impresión de que Giacomo vigila los movimientos de Teresa, como si la protegiera, por eso siempre va a estar alrededor de la comisaria, como había hecho veintisiete años antes.

La novela continúa saltando de la época actual a los años en los que Giacomo iniciaba su carrera delictiva  y fue Teresa la encargada de capturarlo, aunque, en realidad, el momento de la captura se narra en forma de elipsis cuando Giacomo acude a socorrer a una Teresa malherida tras la paliza que recibe de su marido. 

Donde sí demuestra Teresa su olfato policial es en la identificación del culpable de los tres crímenes de ancianos que se habían producido con el mismo modus operandi y en circunstancias parecidas, aplicando su inteligencia y las enseñanzas de su mentor, Robert Ressler, en el momento de hacer el perfil del homicida y orientar la investigación por el camino corrector. Robert, en uno de sus faxes, le aporta algunos consejos que muy provechosos: que no se centre únicamente en los motivos de un asesinato y que tenga en cuenta también la oportunidad de cometerlo. 
 
Giacomo es una mente perturbada que paso una infancia infeliz y que mata para vengarse de su padrastro, por eso Teresa empatiza enseguida con él, le comprende y, a pesar de que sus crímenes son crueles y brutales, no lo considera una bestia sanguinaria. Por eso inicia con él una extraña relación que se concreta en muchas visitas periódicas a la cárcel. ¿De que hablan durante veintisiete años? Algún personaje se hace esa pregunta, que se queda sin respuesta lo mismo que otras que flotan a lo largo de una novela en la que pasan muchísimas cosas.
 
En la trama parelela que discurre en época contemporanea, la clave reside en las teselas hechas de huesos y dientes que encuentran en la Basílica de Santa María de Aquilea, y en comprobar, tras la prueba de ADN, que corresponden a la misma Teresa y a su exmarido. Si aceptamos que la capacidad para matar de Giacomo es similar a su obsesión por fabricar pequeños trozos de mosaico con piedras y huesos de un centímetro, todos los detalles encajarán finalmente, más o menos, en la trama, aunque lo de la estatuilla de alabasto que aparece en la boca de Sebastiano y que Giacomo asegura no haber colocado allí, me resigno y no lo entiendo.