Guerra y paz. Libro III. Parte I
Hola a todas y todos. Lo primero, desearos un feliz 2021, ojalá este año nos trate algo mejor que el anterior (con poco, la verdad). Lo segundo pediros disculpas, esta semana llega el post con algo de retraso (suelo publicar domingo o lunes y hoy es martes), se me han acumulado las tareas y momentos familiares, pero sobre todo, llevo dos días con un dolor de espalda (creo que me entusiasmé montando estanterías) que no he podido sentarme a leer o a escribir en calma hasta ahora. En fin, bien está lo que bien acaba.
Hoy comenzamos el Libro III y cruzamos el ecuador de "Guerra y paz". Y como estoy yendo por Partes pues toda la primera parte de este tercer libro ocupa unas 111 páginas en mi edición, por eso estoy también algo agobiado con la demora en el envío de este post.
Vamos al lío.
LIBRO III. PARTE I
Como os he dicho justo antes, esta primera parte ocupa unas 111 páginas y no he encontrado la manera de partirla, porque si bien es cierto que tiene dos partes algo más diferenciadas (una primera con la renovación de la guerra contra Napoleón y otra segunda con la situación en Moscú) hacer sólo una de ellas era corto, y una y media, raro. Así que he asumido las dos.
Los primeros capítulos del libro están destinados al inicio de la guerra contra los franceses. El inicio es un preámbulo en el que parece hablar el propio Tolstói (el narrador se echa a un lado) y en el que habla de la propia responsabilidad de unos y otros ante la brutalidad de la guerra, pues no habría guerra si nadie quisiera ser soldado, empuñar un arma, matar a otros.
Y una vez hechas estas reflexiones comienza una descripción (bastante minuciosa) de los últimos días previos al conflicto y de los movimientos de tropas. Vaya por delante algo que me ha llamado la atención: estas primeras 50 páginas parecen, en realidad, una y otra vez querer creer que no va a haber guerra.
Hay muchos pasajes verdaderamente fascinantes en estos capítulos. Por ejemplo el momento en el que inician sus avances las tropas francesas mientras el emperador ruso y su corte está en pleno baile. Y más que eso: lo significativo que es que unos pocos días después esos mismos salones de baile sean parte del cuartel general de Napoleón. Otro momento bien interesante de estas primeras cincuenta páginas es la embajada de Bálashov, su llegada a las tropas francesas, la situación que vive allí, su conversación con Napoleón. No voy a contaros nada, pero es, insisto, un momento muy interesante y, de nuevo, muy simbólico: "Napoleón recibía en Vilna a Bálashov en la misma casa desde la cual lo había enviado cuatro días nates el emperador Alejandro." (p. 899).
Antes de fijar la mirada en los protagonistas del libro (Andréi, Rostov) sin dejar el frente, en todo este primer bloque, hay una frase lapidaria que parece resumir la reconvención inicial del propio Tolstói: "¡Ah, Dios mío! ¡Dios mío! ¡Y pensar que seres que nada valen pueden hacer desgraciados a otros!" (p. 916) y que nos recuerda también a Anatóle Kuragin y su afrenta a Natasha la pasada semana; quizás sea un aviso de que más adelante también veremos a Natasha, o quizás sea una generalización: estamos rodeados de esta gente necia y malvada. ¿Qué pensáis sobre eso? Creo que esta es una idea que ya merodea desde hace rato por las páginas del libro (insisto, con Natasha, pero también podemos verlo de manera generalizada en toda esta parte). Os leo en los comentarios.
Sin dejar el frente, como os decía, nos topamos con Rostov (a quien vemos en plena batalla incluso) y con Andréi (con quien podemos observar al cogollo del Estado Mayor en la guerra -el real o el paralelo del emperador). De ambos y sus familias tendremos más detalles a lo largo de estas páginas: de Andréi, por un lado, su obsesión con Kuragin (por razones obvias) y, por otro, la penosa la visita que hace a Lisie-Gori (no os voy a dar detalles); y de Rostov su situación en el frente (es fascinante cómo escribe Tolstói, por favor, hasta en los mínimos detalles, por ejemplo, los pasajes del doctor y María Enríkovna) y la escaramuza en la que participa en Ostermann (y el oficial al que apresa, insisto, qué detalles en pincieladas aparentemente bastas pero muy precisas).
Rostov nos sirve de enganche para pasar directamente a Moscú (capítulo XVI) donde está su familia y donde podemos ver a Natasha cómo, poco a poco, va sanando; y a Pierre, atribulado por los acontecimientos (la guerra, su país) y sus emociones (personales, no doy detalles).
De nuevo vuelvo a insistir en esta sensación de desorden, de gente que habla y no escucha, de oportunistas... en todos lo niveles: lo vimos en el frente, en el Estado Mayor junto al emperador, y lo veremos de nuevo en Moscú. Pero es que hay además un plano en el que esto también sucede, se trata de la enfermedad/sanación de Natasha. Os animo a que lo leáis y comentéis qué os parece, pues uno de los cierres de capítulo para mí es muy significativo ya que él se pone a un mismo nivel al "médico" (entre comillas, porque no sé yo) y la superchería: "Esté tranquila condesa, su hija volverá pronto a cantar y a divertirse comentó con tono festivo, ientras con la palma de la mano recogía hábilmente la moneda de oro que le daba la condesa. Esta última medicina le ha hecho gran efecto: se ha reanimado mucho. La condesa, para atrer la buena suerte, se miró las uñas, escupió y regresó radiante al salón donde estaba Natasha." (p. 957). Ya veréis la cura de Natasha (que no sé si estuvo enferma, en fin, que os leo en los comentarios).
Esta superchería y creer en algo per se tiene un capítulo desopilante con la numerología y el pasaje de l'Russe Besuhof. Es magnífico.
Pero también superchería que tiene que ver con la ignorancia: fijaos en cuánta gente habla da opiniones (a lo largo de esta parte) sobre frentes, guerras, estrategias, propuestas... en Rusia mientras los franceses van avanzando por territorio ruso.
Por otro lado (y ya voy terminando que al final la entrada me está quedando muy larga) hay dos detalles, en mi opinión, bien interesantes. Por un lado el paralelismo entre los que se espachurran y aprietan por ver al emperador en el Kremlin, el populacho desaforado que casi acaba con Petia; que es similar al agobio de nobles, mercaderes, políticos... espachurrados por estar cerca del emperador en las salas de consulta en Slobodski. Por otro lado el enorme magnetismo de Napoleón y Alejandro, que desatan pasiones (basta recordar uno de los primeros pasajes del libro tercero con los ulanos cruzando el río y ahogándose para que Napoleón los vea; es similar a esto que está ocurriendo al final de esta tercera parte con el emperador que despierta este amor y esta fe ciega).
Y me dejo muchos momentos estelares de esta parte como lo de los bizcochos y el emperador, por ejemplo; o a nivel de nuestros protagonistas, la situación de Pierre que, cada vez más, tiene el corazón atenazado.
Pasad una buena semana.
Saludos
Pep Bruno