Fortunata y Jacinta, segunda parte: V y VI
Hola a todas y todos, aquí llegan las recomendaciones de lectura para estos días. Una semana más espero que estéis bien de salud y de ánimo.
Vamos al lío.
Capítulo V. Las Micaelas por fuera
Empieza el capítulo señalando que había en Madrid "tres conventos destinados a la corrección de mujeres"... pero no tenemos noticia de dónde se corrige a los hombres que han llevado a estas mujeres hasta aquí. No quiero entrar en este asunto que ha ido saliendo en algunos comentarios a lo largo de las semanas (aunque, insisto, es bueno leer con "las gafas de la época" para no descontextualizar el texto), aun así sí quiero señalar una cosa (no me puedo resistir): el valor que las mujeres que remaban a contracorriente tenían en esta y en todas las épocas, y no me refiero sólo a mujeres reconocidas luego en la historia (como Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro, Cecilia Bohl de Faber -Fernán Caballero-, etc.), sino a mujeres como Lupe la de los Pavos, capaz de ser dueña de su propio destino y sacar adelante una familia (de sobrinos). No perdamos esto de vista.
Dicho esto vuelvo a llamar la atención sobre la importancia de los nombres entre los personajes: resulta evidente con Fortunata (quien parece la menos afortunada) y Jacinta (en clara referencia al hermoso Jacinto); también lo hemos visto con Maximiliano (quien parecía, especialmente al principio, más mini que maxi); y ahora resulta muy evidente con el cura "León Pintado", en fin, que acaso parezca fiero (como león) pero ridículo (como cuando es pintado) o en directa alusión a "no es tan fiero como lo pintan".
En este primer capítulo vemos a las Micaelas por fuera, dejamos allí a Fortunata y paseamos con Maximiliano Rubín que va de visita (aun cuando no es día de visita) como quien va "al cementrio donde yacen los restos de la persona querida." (p. 742). Lo que da una idea de este encierro como una especie de "muerte temporal", un paréntesis en la vida. De cualquier manera no se explica mucho cuál es el objetivo de este enclaustramiento, de este paso temporal por las Micaelas, de cómo será la "regeneración" de las mujeres que allí entran. Al menos no por ahora, veamos cómo es en el siguiente capítulo en el que entramos dentro.
Capítulo VI. Las Micaelas por dentro
Entramos en las Micaelas y conocemos el funcionamiento del convento. Ahora bien, yo no entiendo muy bien cómo van a "corregir" a Fortunata. Puede ser que le instruyan en la doctrina cristiana (que sabemos que de eso andaba algo escasa), pero en todo lo demás... no sé qué se pueda reconducir, pues ya hemos visto que si Fortunata tiene techo y no ha de preocuparse por ganar dinero, es hacendosa y aplicada, nada perezosa. Y después de leer este capítulo completo tampoco me queda muy claro cuál es el exacto objetivo de este internamiento (¿acaso limpiar el nombre?, ¿una especie de ejercicios espirituales a lo bestia?). ¿Qué opináis vosotros, vosotras?
Porque el tema del amor, no sé. Varias veces se habla de ello en este capítulo: no parece que su estancia en el convento le haga querer más y mejor a Maximiliano, aunque sí parece que le haga valorar positivamente casarse con él, o al menos eso piensa la propia protagonista: "Si hacía examen de corazón, encontraba que en cuestión de amor a su redentor había ganado muy poco; pero el aprecio y estimación eran seguramente mayores, y sobre todo, lo que había crecido y fortalecídose en su pensamiento era la conveniencia de casarse para ocupar un lugar honroso en el mundo." (p. p. 768) Y por si no nos ha quedado claro insiste más adelante: "En resumen, que los sentimientos de la prójima hacia su marido futuro no habían cambiado en nada." (p. 776).
Y yo creo que Galdós insiste toca varias veces de pasada este tema del amor (no sólo en este capítulo) y quizás sea más relevante de lo que aparente, pues, recordad: Fortunata sí estuvo enamorada de Juanito (y quizás siga estándolo), es más, creemos que también pudo haber amor (y siga habiéndolo) por parte de Juanito hacia ella (por eso aquella confesión estando borracho y perdió las formas o esa búsqueda febril antes de la pulmonía). Ojo, por lo tanto, que quizás este asuntillo tenga una fuerza que aún desconozcamos en la historia.
Hay, además, dos momentos bien interesantes en este capítulo.
El primero ocurre el día del Corpus, momento en el que Fortunata ve a la propia Jacinta (ella no lo sabe) y conocemos los sentimientos (complejos) que ver a Jacinta provocan en Fortunata: por un lado el sentimiento de envidia y resentimiento (en un primer momento); después se despierta en ella las ganas de ser como Jacinta, y por último un sentimiento de lástima, una especie de tristeza al saber que Juanito no debía estar tratando muy bien su esposa, pues "los maridos quieren más a sus mujeres eventuales que a las fijas" (p. 767)
El segundo tiene que ver con su compañera de habitación, Mauricia, con la que tiene una buena relación y conversa en varias ocasiones -magnífico el paralelismo, una vez más, de la charla en el lavadero cuando dejan salir el agua sucia y dan paso al agua limpia: "Creeríase que aquello simbolizaba la necesidad de llevar pensamientos claros al diálogo un tanto impuro de las dos amigas." (p. 775)-. Pero además muy interesante lo que ocurre con ella (no quiero destriparos nada) al final del capítulo y que nos invita a reflexionar sobre si es posible o no cambiar (en ese claustro, en la vida), si las pulsiones fuertes -o incluso los hábitos de nuestros días- acaban por dominarnos y no podemos resistirnos a ello. Y también nos invita a pensar en el papel que estas monjas hacen (o más bien no hacen) ante cualquier adeversidad.
En fin, que son dos capítulos muy interesantes (especialmente el segundo).
Os leo en los comentarios
Feliz semana de lectura
Pep Bruno