Hasta el capítulo 17 de la segunda parte, incluido.
Amigas, amigos:
Seguimos leyendo El vuelo de la cometa, de Laetitia Colombani. Antes de comenzar nuestra conversación, me gustaría incidir o, tal vez, recordar, la filosofía de este club, el Club 17.
Y es que, además de vincular la literatura de diversos géneros (desde el ensayo a la literatura de ficción) con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, porque lo primero es conocer y concienciarnos, lo segundo es intentar “bajar a tierra” los ODS. Esto es, ¿qué podemos hacer nosotros, como ciudadanos (en este caso de una parte del mundo ciertamente muy privilegiada) en nuestro día a día para contribuir a hacer nuestro mundo un poco mejor?
Es natural que, ante historias como las que nos cuenta Colombani, nos sintamos, desalentados, tentados de tirar la toalla, porque... no tenemos el poder de tomar grandes decisiones, decisiones importantes que puedan cambiar el mundo. Y es muy cierto. Sin embargo, todos podemos tratar de hacer de nuestro pequeño mundo, el más cercano, un poco mejor: nuestra casa, nuestro trabajo, nuestras familias, nuestros amigos (si se da el caso y la oportunidad, también podemos hacer algo para otros países como el de Lalita, a través de iniciativas solidarias, por ejemplo).
Leamos la historia de Léna, Preeti y Lalita para saber y para disfrutar con el argumento y las peripecias de estas tres mujeres tan singulares, valientes, inteligentes. Y, después, pensemos en alguna acción cotidiana que podamos realizar y que contribuya a la igualdad, la educación de calidad...
En este sentido he recordado el discurso de aceptación del Premio Cervantes Chico del 2024. Begoña Oro, la escritora galardonada, contó la historia de su suegra, una mujer fuerte, amorosa, trabajadora, que nunca pudo ir a la escuela. En un momento determinado dijo, estaréis pensando, ¡qué suerte! (había niños y niñas en Alcalá de Henares), pues no, no lo fue. No fue ninguna suerte. Y, a renglón seguido, explicó por qué. Oro llevó a cabo una acción vinculada directamente con el ODS 4, Educación de calidad. ¿Os animáis a pensar y compartir en el club alguna acción cotidiana vinculada a los ODS que hemos detectado en la novela y que podamos realizar?
Léna comienza la labor de organizar, de poner en marcha la escuela. Y, lo primero es limpiar de trastos el patio donde está el baniano. Ahí es donde encuentran una cobra, y otra, y otra... pero, si peligrosa (y costosa) fue la tarea de limpieza de reptiles, también lo fue (y muy onerosa), la burocracia que Léna tuvo que acometer. Avales, plan de negocios, visto bueno de las autoridades, papeleos interminables que solo podían aligerarse mediante sobornos.
Hay funcionarios tan venenosos como las serpientes que le han sacado del patio: mejor guardar las distancias y evitarlos.
Además, Léna ha de buscar profesores, porque solo está ella y Preeti, y no es fácil. Pocos profesores están dispuestos a trabajar con los niños dalits, los intocables.
Esos niños intocables no valen nada ¿para qué perder el tiempo educándolos? En ese momento vislumbra el abismo que separa a las clases altas de las más desfavorecidas desde hace siglos, una sima que se ha tragado a millones de hombres, mujeres y niños. Un profundo pozo que allí nadie, absolutamente nadie, parece querer llenar ni sellar.
Sin embargo, Kumar, fruto de un matrimonio mixto (de padre dalit y madre brahmán), se ofrece para ser profesor, y Léna se entusiasma.
Preeti no comparte su entusiasmo. Desde luego, parece un hombre competente, pero ella conoce bien a los de su calaña: en cuanto se le presente una oportunidad mejor, no dudará en dejarlas colgadas. Así son los brahmanes, arrogantes, ambiciosos, conscientes de pertenecer a una élite y preocupados solo por sus intereses (...) Consciente de que la segregación funciona en ambas direcciones, Léna se pregunta con qué derecho podría prohibirle enseñar en la escuela (...)
Lalita tiene problemas con sus tíos, le prohíben ir a la escuela. Léna desfallece, intenta negociar, pero James no cede. Preeti y sus jóvenes amigas emprenden una acción de castigo contra el dhaba (a espaldas de Léna) y todo se agrava mucho más. Al final, Léna llega a un acuerdo con el tío de Lalita, que se concreta en pagar, en dar dinero, en mercadear. Como dice Preeti, ella no tiene suficiente dinero para darle dinero a todas las familias...
Algo muy bonito es el columpio que Léna se empeña en colgar del baniano, para ella todo un símbolo:
Un símbolo de la esperanza y la libertad recuperadas. El columpio es como la cometa, reflexiona Léna, se alza del suelo y se desplaza por el aire desafiando la ley de la gravedad. Igual que estos niños nacidos en la miseria, que se elevarán gracias a la educación que recibirán aquí.
Todo va sobre ruedas: llegan los permisos necesarios para la apertura y celebran una gran fiesta abierta a todas las familias. Sin embargo, cuando se queda sola, Léna recuerda que es el segundo año de la fatídica tarde que perdió a su marido, François, en un tiroteo en el centro educativo en el que trabajaban... tiroteado por un alumno francés que, hasta ese momento, no había mostrado problemas de conducta.
La escuela abrirá sus puertas a los dos años justos de la muerte de François. La tragedia vuelve a ella como un bumerán. La fulmina y la derriba, barre su entusiasmo, sus ganas, su energía.
¿Podrá Léna sobreponerse a la tristeza, reunir fuerzas y continuar con el proyecto de apertura de la escuela?
Nos queda aún bastante vuelo / lectura...
¿Conversamos?
- Guía práctica sobre acciones cotidianas vinculadas a los ODS.
- Cobra naja
- Cazador de serpientes en la India
- Kamaraj, ex presidente de Tamil Nadu
- Mandalas
- Kolams
- Saraswati, la diosa del conocimiento
- Fábula del cuervo y el zorro, de La Fontaine.