Hasta el capítulo 23, incluido
Queridas viajeras, queridos viajeros:
¿Cómo estáis? ¿Qué tal lleváis el viaje?
Esta semana conversamos hasta el capítulo 23, incluido.
India, Birmania, Tailandia, Malasia... Theroux recorre miles y miles de kilómetros, y se encuentra con realidades inéditas, incomprensibles para su talante occidental. Por ejemplo, creo percibir que no soporta Calcula, el caos, la pobreza, la promiscuidad, el desorden, el ruido, la suciedad...
““En Calculta, los rickshaws, tirados por unos hombres flacos que corren muy deprisa, vestidos con andrajos, constituyen un medio de transporte necesario, barato y fácil de conducir por las callejas angostas. Son símbolos brutales de la sociedad india, pero en la India todos los símbolos son brutales: la gente sin hogar que duerme junto a la puerta de la señorial mansión, el viajero que corre hacia su tren y accidentalmente pisa a uno que está durmiendo en la estación, el flaco wallah de rickshaw que transporta a sus pesados clientes”.
Tampoco creo que Tailandia, y su capital, Bangkok, le resulten agradables:
“Huele a sexo, pero este aroma sexual va mezclado con las más fuertes vaharadas de muerte y de dinero. (...) Bangkok tiene un aspecto de violación”. Y, en Birmania: “No sucede nada en Birmania, pero tampoco se espera que suceda algo”.
Continúan siendo alucinantes los encuentros que mantiene en los diferentes ferrocarriles, con viajeros, (el joven insoportable que odia todo, Pensacola, una especie de ¿bandido? ¿matón?, fantasioso; el parlanchín señor Thanoon...
Theroux nos regala reflexiones sobre el viaja y los viajes en tren, que son oro puro:
“Viajar puede ser una adicción y, lo mismo que las drogas, puede cambiar el físico de una persona adelgazándola en extremo”.
“Cuanto mayor era el tren, cuanto más largo era el viaje, más feliz me sentía. En los viajes prolongados, apenas veía pasar las estaciones, pues el avance del tren no me interesaba mucho”.
“El viajar en tren excitaba mi imaginación y, por lo general, me proporcionaba la soledad necesaria para poner en orden y escribir mis ideas. Viajaba fácilmente en dos direcciones, a lo largo de los raíles, mientras Asia iba desfilando por la ventanilla, y en el interior de un mundo interior, el mundo de la memoria y del lenguaje. No puedo imaginar una combinación mejor”.
Un aspecto muy importante a la hora de viajar, puesto que va más allá de satisfacer la necesidad de alimentarnos, es la gastronomía, porque es cultura. A lo largo de todo el libro, Theroux nos va contando qué come y qué deja de comer, incluso que se ha vuelto vegetariano porque la carne, llena de moscas y sin ninguna medida higiénica, le repele. En este tramo del libro, de nuevo se ve ante la tesitura de comer insectos (cigarras negruzcas, casi quemadas) y otros “manjares”, pero sin duda, es el episodio de los gorriones envueltos en hojas y con guarnición de arroz lo que más le repele. ¿Habéis comido, en algunos de vuestros viajes, alguna comida inusual para nuestro paladar y cultura?
Me gusta mucho cómo explica Theroux por qué el ferrocarril era un bazar:
“El bazar del ferrocarril, con sus objetos curiosos y sus viajeros, representaba a la sociedad de una manera tan completa que subir a él equivalía a verse frente al carácter nacional. A veces el ambiente era el de un tranquilo seminario, pero en ocasiones me sentía como si me encerraran en una cárcel y luego me asaltara toda clase de monstruosidades folclóricas”.
Os dejo varios enlaces para que sigáis viajando. ¿Cuál es vuestro lugar, viaje o país favorito de los que menciona Theroux?
El viaducto de Gokteik en tren, belleza imprescindible en Myanmar
Os espero en nuestro vagón, en Ítaca.
(Foto que ilustra esta entrada: Por Staphylococcus93 - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0. )