De la boca de un león: hasta cap 20
En palabras de Inés Garland, ¿por qué este título para el libro?
Por estas líneas del libro de Christopher Marlowe (1564-1593):
«Soy la Ira. No tengo padre ni madre: salté de la boca de un león cuando tenía apenas media hora de vida, y desde entonces voy de un lado a otro del mundo, con este estuche de espadas, hiriéndome a mí mismo cuando no tengo a nadie con quien pelearme…»
Me reconocí en esas palabras, me encantó la imagen de la ira naciendo de la boca de un león. Me recordó la carta del tarot de La Fuerza. Creo que es cierto que la ira va por la vida con el estuche de espadas y hace que nos lastimemos a nosotros mismos cuando no podemos lastimar a otros. Creo que las personas se dividen a veces entre los que eligen lastimar a otros y los que prefieren lastimarse a sí mismos antes que a otros, pero que el asunto es reconocer la ira y ver qué se hace con eso.
Tadeo es un muchacho que entra en la adolescencia y empieza a preguntarse qué sucede a su alrededor, qué pasó con Jano, por qué está loca Lucrecia, quién es Leo, dónde está Chiqui y por qué no se puede mencionar su nombre.
Tras la lectura de los diez últimos capítulos hemos comprobado que tiene miedo al padre y a su hermano Iván, el acoso entre hermanos es un tema poco tratado, algunos piensan que es normal en el desarrollo social del niño, aquí veremos que Tadeo no tiene a quién acudir, todos los saben, pero normalizan, porque esta es la primera regla de la familia, normalizar situaciones anormales, minimizar este tipo de violencia. Tadeo busca su identidad, su lugar y postura, descubriendo un nuevo miedo, «Le tenía miedo a Iván, le tenía miedo a mi padre, pero nunca se me había cruzado por la cabeza tenerle miedo a una parte desconocida de mí», por tener esta reflexión, jamás será como ellos, pero nadie se lo ha dicho, aunque le comparen, él no es como ellos.
«Eso no lo justifica, pero, en fin. A mí me ayudó a soportar su carácter».
Todo efecto tiene una causa; el camino, la decisión final que tomemos, en las personas que nos convirtamos será nuestra responsabilidad, otros podrán entendernos, no justificarnos. Y a pesar de los silencios, de las conversaciones a medias y las confesiones sacadas con sacacorchos, descubriremos junto con Tadeo una historia que sufren millones de niños en sus hogares. La violencia no siempre engendra violencia.
El día que Tadeo ve a Vera el mundo cambia de color y no solo porque se sienta atraído por ella, sino porque descubre que no todas las familias son iguales. Este hecho le hace replantearse su vida, tomar fuerzas y enfrentarse a sus miedos y a la violencia familiar.
De la boca de un león reproduce una viñeta familiar muy cruda, donde realidades como el suicidio y la violencia doméstica se intentan enmascarar para no afrontar el dolor que conllevan. Inés Garland opta por romper ese pacto de silencio y enfrentar al lector al proceso de duelo. Porque sabe, como dice Lucrecia, que «si no le contás cosas tristes, lo dejás afuera del mundo».
Este libro es un claro ejemplo de que la literatura juvenil no tiene por qué estar reñida con la calidad.
En cierta forma puede considerarse una novela de aprendizaje en la que el protagonista, un niño de 14 años, se enfrenta a sus miedos y a los secretos familiares de los que le han mantenido al margen para tomar su propio camino. No es una novela amable ni edulcorada, no rehúye ni minimiza temas como el maltrato familiar ni tampoco recurre a describir personajes polarizados: nada es blanco o negro, todo y todos tienen infinitos matices.
De la boca de un león es una historia cautivadora que trata temas relevantes de la adolescencia como el crecimiento, la madurez, la búsqueda de la identidad y el primer amor.
En suma, una buena novela, de fácil lectura, pero de la que, tras terminarla, cuesta olvidar.
Feliz semana de lecturas. Nos leemos en diciembre con El beso número 8 de Colleen Af Venable y Ellen T. Crenshaw
Saludos
Alejandro López