Cuando Hitler Robó El Conejo Rosa: Cap. 7 al cap. 12
Hola a todas y todos, continuamos, por segunda semana consecutiva con la lectura compartida de Cuando Hitler robó el conejo rosa de Judith Kerr.
Como ya apuntamos la semana pasada, la novela está basada de forma muy cercana en la biografía de la propia Judith Kerr, hija de un famoso escritor alemán que abandonó Alemania en 1933. La familia de Kerr era judía y su padre estaba en la lista negra de escritores de los nazis. Alfred Kerr, el padre, había sido muy crítico con ellos durante los años previos. Primero vivieron en Suiza, luego en Francia y finalmente en Reino Unido, a donde llegaron a mediados de los años 30 y donde permanecieron durante toda la II Guerra Mundial. Sus padres vivían con el temor de que se produjese una invasión de Reino Unido por parte de Alemania y habían tomado decisiones drásticas en previsión de que eso sucediese. «Un amigo médico nuestro les había dado pastillas para suicidarse», explicaba Kerr en la BBC hace unos años.
La vida en el exilio era dura. Además de la dureza inherente a vivir en un país que no es el propio, se sumaban las altas dificultades económicas. Tanto Alfred Kerr como su esposa Julia eran intelectuales (Julia era concertista) que no tenían muy fácil encontrar trabajo en otro país y más en uno en el que se hablaba una lengua que no dominaban. La dureza de esos años es la que está presente en las historias que continúan Cuando Hitler robó el conejo rosa, que es en realidad una trilogía.
Bombs on Aunt Dainty es la segunda parte de la historia, en la que la joven Anna vive en el Londres del Blitz. El libro fue traducido al castellano en los 80. Anna es ahora una adolescente que a los problemas de la adolescencia debe sumar el vivir en una ciudad en guerra y los problemas económicos de sus padres. La tercera parte, A Small Person Far Away, presenta a una Anna adulta que debe viajar a la Alemania de la posguerra tras el intento de suicidio de su madre. Este último libro es menos interesante que los anteriores, básicamente porque está mucho peor escrito y porque sabemos mucho menos de lo que piensa o siente Anna (la propia Judith en realidad) que en los anteriores.
Esta semana nuestra tarea es compartir la lectura de los seis siguientes capítulos, los que van desde el 7 hasta el 12, ambos inclusive
El capítulo 7 muestra a Anna adaptándose a su nueva la vida escolar. Ella disfruta bastante y se hace la mejor amiga de Vrenli y hace nuevas amistades, como Roseli. A ella no le gusta jugar separada de los niños y se aburre con los juegos de niñas. En este capítulo, se pelea con su maestro sobre los hombres de las cavernas y es perseguida por un niño pelirrojo y cinco de sus amigos hasta que mamá abofetea al chico pelirrojo y protege a Anna de ellos. Al final se descubre que es porque la quieren. ¡Anna tendrá que aprender esta extraña forma de expresar el amor!
En el Capítulo 8, Anna cumple diez años y su familia la lleva a una excursión que incluye una visita a la Sociedad Literaria de Zúrich y un picnic. Anna se siente enferma la mayor parte del tiempo y no se divierte mucho. Papá está muy ocupado con un asistente suyo y está constantemente absorto en sus propios pensamientos. Muestra cierta frustración por haberse quedado sin país y que haya sido su propia gente el que lo haya echado. Luego le explica a Anna que probablemente no se quedarán en Suiza porque no publican los escritos de papá por miedo a alterar la Nazis. Cree que podrían ir a Francia. Anna piensa que suena a aventura.
El capítulo 9 es una muestra de antisemitismo. Max no participa en la escuela, a pesar de ser inteligente. Pasa mucho de su tiempo jugando con Anna y los niños, hasta que un día dos niños alemanes de Munich, Siegfried y Gudrun, empiezan a jugar con todos ellos. Sin embargo, Siegfried y la madre de Gudrun les dice que no jueguen con Anna y Max. Max y Anna no pueden entender por qué y tampoco los otros niños. Cuando Anna se lo cuenta a mamá, considera hablar con la madre de los niños, pero la familia desaparece poco después. Parece que la madre no quiere que sus hijos jueguen con los niños judíos.
Papá va a París al comienzo del Capítulo 10. Cuando se va, su abuela, Omama, viene a uidarlos. Ella es una anciana amable pero tiene un perro terrible llamado Pumpel. Pumpel causa muchos problemas y no le gusta a nadie excepto a Omama.
Un día en el barco, el perro se cae al agua y se muere ahogado. Ella no puede parar hablando de él. Casi al mismo tiempo, Anna escucha a mamá hablando con Omama sobre todas las cosas horribles que les pasan a los refugiados judíos dentro y fuera de Alemania.
Cuando mamá cuenta la historia de un profesor en un campo de concentración, Anna se siente molesta y se dice a sí misma que intentará no pensar en Alemania nunca más. Al final del capítulo, Omama se va a su casa en el sur de Francia debido a su dolor por Pumpel. El dinero que tenía para el billete de viaje del perro se lo da a Anna y a Max para que puedan ir a una feria que iba a venir a Zurich.
Se abre el capítulo 11. Cuando papá regresa por primera vez de París, está feliz. La gente de The Daily Parisian, un periódico sobre refugiados, se alegró de verlo y trabajar con él. Papá quiere ir a Francia, pero mamá no sabe francés, así que duda. Ellos pasar las siguientes dos semanas hablando de París. Eventualmente mamá y papá deciden ir a París para encontrar un lugar donde vivir. Dejan a Max y Anna. Mamá y papá envían cartas todos los días, y Max y Anna hacen lo mismo para mantenerse en contacto. Antes de irse, papá le dice a Anna que deben comportarse modélicamente, porque los nazis dicen que los judíos son malos y la única forma de desterrar esa opinión es ser la mejor gente que pueda. Cuando mamá y papá se van, Ana se siente sola, aunque ella y Max están a cargo de Frau Zwirn. Anna se entera de que los nazis han puesto precio por la cabeza de papá, esto hace que ella tenga una pesadilla. Cuando papá no envía una carta un día, Anna se asusta, pero al día siguiente, papá y mamá se presentan en persona. Anna está feliz de verlos.
El capítulo 12 muestra a la familia de Anna partiendo hacia Francia. El padre de Anna vuelve a Zurich sin su mujer para acompañarles a sus hijos en el camino a Paris. En la estación un mozo reconoce al padre de Anna y los conduce al tren que sale para Alemania con el fin de ganar el dinero que ofrece Hitler por la cabeza de padre. A punto de salir el tren, Anna se da cuenta que no va a Paris y por suerte unos pasajeros en el tren les tiran sus maletas cuando el tren está ya en marcha. Logran subir al tren que sí va a Paris. Cuando la familia llega a Francia, está oscuro y están cansados.
La gente es ruidosa y activa. Cuando encuentran su nueva vivienda, rápidamente deshacen las maletas. Una mujer austriaca llamada Grete estará cerca para ayudar a mamá con la casa. aunque mamá tiene que cocinar, algo a lo que no está acostumbrada.
El tiempo del relato es lineal y permite ver claramente cómo el avance del nazismo va condicionando las circunstancias de vida de esta familia mientras Anna transita su infancia. Así, los tres primeros capítulos nos introducen en el clima de ese período (el ascenso político de Hitler, la huida del padre gracias a la ayuda de un policía) que tiene en el incendio del Reichstag (febrero de 1933) su referencia más fuerte; días después, mientras se producen las elecciones que consagran a Hitler como canciller, la familia abandona Berlín. El desarrollo de la historia corresponde a la mayor parte del libro: la estadía en Suiza y, más tarde, en París. Tanto en uno como en otro sitio se producen algunos episodios ligados con el antisemitismo; los términos que comienzan a llamar la atención de Anna (“campo de concentración”, “Depresión”) dan la pauta de cómo se agrava el panorama. El desenlace que abarca los tres últimos capítulos se desarrolla durante el verano de 1935; la economía se vuelve insostenible en Francia y una oportunidad laboral para su padre favorece el traslado de la familia a Londres. Es sin duda un acierto el modo en que la autora va recreando la situación de los judíos en Europa. El enemigo y los obstáculos acechan pero estas circunstancias, por cierto muy angustiantes, son matizadas con el humor (episodio de la compra de lápices en una papelería parisina), la presencia de personajes solidarios (los Zwirn, los Fernand y algunos familiares, tal es el caso de Omamá y la tía abuela Sarah) y las anécdotas que hacen a la vida cotidiana de esta familia (la escuela, las tareas domésticas, las disputas entre hermanos).
Por lo dicho, Cuando Hitler robó el conejo rosa ofrece un relato exquisito para acercar a los chicos a la problemática de los refugiados judíos y a las vicisitudes del crecimiento desde una prosa sencilla, con diálogos ágiles y un relato atrapante de principio a fin.
No sé si habéis leido “La ladrona de libros”, hay una escena en la que se queman libros. En nuestra novela también. En la página 72 de este relato, Anna se entera de que los nazis han quemado todos los libros cuyo contenido era opuesto a su ideología. «– ¿Cómo vas a ser tú enemigo de Alemania? Ya sabrás que han quemado todos tus libros. – Estuve en muy buena compañía –dijo papá. – ¿Qué libros? –pregunta Anna–. Yo creí que los nazis sólo se habían llevado nuestras cosas..., no sabía que las hubieran quemado. – Estos que decimos no eran los libros que tenía tu padre –dijo el tío Julius–. Eran los libros que ha escrito. Los nazis encendieron hogueras por todo el país y quemaron allí todos los ejemplares que pudieron encontrar. – Junto con las obras de varios otros autores distinguidos –dijo papá–. Tales como Einstein, Freud, H.G.Wells...»
¿Por qué creéis que se queman esos libros?
Nos leemos en los comentarios durante la semana. Feliz semana de lecturas
Saludos
Alejandro