4ª. parte. Carmen y Alfredo
En el sentido más estricto, Julián no mató a Ana Sardá, pero su participación en la muerte de la joven no deja lugar a dudas, por mucho que el ex-seminarista se exima de sus responsabilidades tramando una estrategia para no estar presente en el momento en el que Ana va a abortar. Ella nunca reveló el secreto de su existencia cuando contaba a su amiga Marcela que estaba embarazada de un amante del que no podía desvelar su identidad.
Treinta años después, Marcela, Élmer y Alfredo juntan sus relatos hasta llegar a la conclusión de que Julián tenía que ser el amante secreto. La otra novedad en el caso es que Ana murió en la iglesia, como siempre mantuvo Marcela, a causa de una infección en el momento del aborto clandestino. A pesar de que Alfredo dice que siempre sospecho de la responsabilidad de su hija Carmen y de su yerno, nunca recibió por su parte ninguna respuesta al enigma que durante tantos años anidó en el seno de la familia. ¿Cómo pudo vivir tantos años en la misma casa con esa duda?
Julián acaba fuertemente unido al destino de la familia Sardá por su relación turbulenta con Carmen, la hija mayor.
Viendo el desarrollo de su personaje a lo largo de la novela, aunque no se describa su personalidad con demasiado detalle, deja entrever un carácter apocado y fácilmente influible. Como seminarista, sucumbe fácilmente a la tentación de las hermanas Sardá y no solo se complica su situación como futuro sacerdote. Comete el error de mantener relaciones sexuales con las dos hermanas, siendo una de ellas, Ana, menor de edad, así que su voluntad de abandonar el seminario y mantener con discreción su relación con Carmen va a saltar por los aires cuando le cuente que Ana está embarazada.
Causan estupor las reflexiones de Julián: "Soy consciente de que la muerte de Ana fue la consecuencia de una serie de hechos desgraciados que arrancó con nuestros encuentros sexuales en aquel campamento....... Aún hoy me asumo absolutamente responsable de dos cosas: haber faltado a mi voto de castidad como seminarista y no haber usado protección al tener sexo con Ana. Del resto, no; lo que pasó después no fue solo la consecuencia de mis actos, sino de los actos de todos los involucrados". Causa estupor y vergüenza tanto cinismo por parte de alguien que envió al matadero a una joven menor de edad y no se preocupó del resultado del aborto.
Julián acaba siendo una marioneta en manos de su mujer. "¿Qué pasa si vos no decidís qué hacer con ese embarazo? Vos te abstenés. ¿Qué pasa si lo dejas correr, y la que toma la decisión es Ana?"
Ella consideró a su hermana pequeña como una rival en su plan de formar una familia cristiana con Julián y no estaba dispuesta a que nadie ni nada le trastocase ese plan. El embarazo de Ana hacía saltar por los aires cualquier previsión de la familia: Julián estaba todavía en el seminario y sus padres nunca consentirían una relación con él, por eso la muerte de su hermana ofrecía un hilo de esperanza hacia una solución que no fuese un escándalo.
Dice Carmen: "Creo en Dios. soy creyente de una manera cabal, íntegra, apasionada. Brutal si es necesario." Con esos argumentos es capaz de justificar lo que Julián hizo con su hermana y los hechos que tuvieron lugar después de su muerte.
Todo fue un mal menor que evitó otro mayor, dice de nuevo, y eso, traducido a los hechos, significa que dejar morir a su hermana, descuartizarla y quemarla es justificable si su matrimonio, su proyecto familiar y su plan para tener un hijo corren peligro. "Su muerte fue voluntad de Dios".
En nombre de Dios se han cometido los más grandes crímenes, y más si se piensa que todo se hace para proteger un bien superior. Por eso la frialdad y la brutalidad al tomar las decisiones que desembocaron en el relato de descuartizamiento y la cremación del cadáver ponen los pelos de punta.
No podemos dejar pasar el papel ambiguo del padre de la familia. Alfredo sabía mucho y al final de su vida Julián le confesó todo, pero vivió demasiado tiempo con los responsables de la muerte de su hija. Al final, confiesa con el sentimiento cristiano de culpa, que no comparte con su hija Carmen, declara: "Yo soy culpable de la muerte de Ana" y "Creo que cada uno de nosotros llega a la verdad que puede tolerar".