1ª parte. Hasta el capítulo 3

Libro que estamos comentando
Cubierta de una edición en portugués de Catedrales

Claudia Piñeiro es una escritora argentina que se ha prodigado en la temática criminal y policíaca, lo que la ha hecho muy popular en los espacios literarios de Argentina y merecedora, a la vez, de múltiples premios.

Su penúltima novela, "Catedrales", (2020) ha recibido el Premio Dashiell Hammett 2021 de la Semana Negra de Gijón y Premio Tormo Negro Masfarné 2022, otorgado por el Club de Lectura Casas Ahorcadas de Cuenca.

Sin embargo, no sería muy acertado considerar esta novela como una obra de misterio ni un thriller, a pesar de que desde el comienzo se busca resolver el truculento asesinato de la joven Ana Sardá. "Catedrales" desmenuza cómo ese asesinato hizo saltar por los aires la vida de una familia de clase media argentina en la década de los 90 del siglo pasado.

A partir de las voces de siete protagonistas de este derrumbe familiar, se va completando el relato de la muerte de Ana y, cómo no, se van aportando paulatinamente pistas para descubrir a los responsables de la muerte de la joven.

Claudia Piñeiro da protagonismo a las voces de personajes que aportan cada vez detalles más concretos y reveladores de lo que ocurrió treinta años atrás. La policía ni disponía en ese momento de la tecnología suficiente para resolver en el laboratorio los crímenes de ese tipo ni mostró demasiada pericia para completar las pruebas que se habían acumulado. Tantos errores solo podían provocar que se cerrase en falso su investigación.

En esta primera parte, escucharemos la historia de Lía, la hermana mediana de la familia Sardá, y la de su sobrino Mateo, un muchacho que no vivió directamente la trágica desaparición de su tía con diecisiete años, pero que, hasta que abandonó el círculo familiar en Adrogué, una ciudad de 24.000 habitantes, 23 km. al sur de Buenos Aires, se había convertido en la joven esperanza de que la familia recuperase la cordura y expiase las culpas que le habían llevado a su desintegración.

Durante el funeral de Ana, Lía reconoce públicamente que "no cree en Dios". En una familia profundamente católica, esta decisión, negarse a unirse a la oración, sirvió a Lía para reafirmar su personalidad y rechazar el autoritarismo y la intolerancia religiosa de su familia, especialmente su madre y su hermana mayor, Carmen.

Carmen dejó de hablar con Lía a partir de ese momento y su madre, una vez alcanzada su mayoría de edad, dejó de tener influencia sobre ella.

Lía recuerda cómo la muerte de su hermana le pareció tan injusta que proyectó toda su rabia contra la religión y a sus representantes en la tierra. Si no creía en Dios, era porque su "fe estaba construida sobre el miedo". Fue educada en el temor de Dios, y el Dios temible fue incapaz de salvar a su hermana. "Abandoné una neurosis colectiva, me declaré atea. Y me sentí libre. Sola, pero libre."

Lía no soporta ni la presencia ni la mirada de los demás y decide huir de su casa. Empezó una nueva vida a más de 10.000 km. de distancia, en Santiago de Compostela

Había hablado muchas veces con su hermana Ana de lo bonito que sería hacer el Camino juntas, así que decidió quedarse a trabajar allí. Se quedó para entender por qué las personas necesitan afianzar su fe y, en otros casos, tomarse el Camino como un desafío.

En la actualidad de la novela, Lía regenta una librería en Santiago, The Buenos Aires Affair, y tiene una pareja con la que mantiene una relación estable desde hace años. No mantiene ninguna relación con su familia, exceptuando una carta quincenal que cruza con su padre y que solo acepta si no contiene ningún tipo de noticias familiares. Ella solo quiere escuchar de su padre que han encontrado finalmente al asesino de Ana. Tal intransigencia de Lía parece excesiva, tratándose de un padre y una hija que siempre habían mostrado una buena relación. Desde España, Lía no supo de la muerte de su madre ni de la enfermedad terminal de su padre ni de nada que tuviese relación con su hermana Carmen.

Un día aparece su hermana Carmen con su marido Julián, al que recordaba como un joven seminarista treinta años atrás. Carmen siempre, para Lía, ha mantenido una imagen muy diferente hacia el exterior de la que mostraba en el ámbito familiar. Hacia fuera es carismática, trabajadora y seductora. Hacia dentro es intransigente, una fundamentalista religiosa y una estricta controladora de la moral y las formas establecidas.

Carmen y Julián le informan de que tienen noticias de que su hijo Mateo ha estado visitando de incógnito la librería de Lía y que ha comprado allí algunos libros.

  • ¿Sabe algo Lía de su sobrino desconocido?
  • ¿Qué motivos puede tener un joven que abandona sus estudios, inicia un viaje iniciático por Europa y corta toda la relación con sus padres para acercarse a su tía, de la que desconocía todo?

La respuesta tiene que estar en la conexión especial que Mateo tuvo con su abuelo (Carmen informa a Lía en ese momento que su padre ha muerto) y en la voluntad de este de que tía y sobrino se conozcan y congenien.

En el Parque de la Alameda de Santiago, Mateo se presenta de improviso a Lía y nos toca, en consecuencia, conocer su historia a través de su relato en primera persona.

Nos habla de las tres cartas que le entregó su abuelo antes de morir y los momentos tan especiales que pasó a su lado, dibujando catedrales y aprendiendo a ocultar, lo mismo que su abuelo, la intimidación que su madre le producía. Ser hijo de un exseminarista y una doctora en Teología le había convertido en una persona temerosa y solitaria.

Con su abuelo proyectó el viaje que iba a realizar por Europa, un particular Camino de Santiago cuyas etapas eran las visitas a distintas catedrales (Cracovia, Amiens, Viena, Colonia, Florencia y Siena) antes de llegar donde estaba el final de su viaje, allí donde vivía la persona a quien el abuelo echaba más de menos, más incluso que su difunta Ana. El viaje debía acabar visitando la de Santiago y conociendo a su tía Lía.