1ª parte. hasta el capítulo IV

El título de la novela, como vais a conocer en seguida, tiene su origen en el encabezamiento, más bien el subtítulo, del diario católico L'Osservatore Romano, el periódico que difunde sin ningún tipo de discrepancia el pensamiento del Vaticano.
Cada día, debajo del título, el periódico muestra, flanqueando el escudo papal con la tiara y las llaves cruzadas de San Pedro, un par de lemas independientes, pero complementarios: "Unicuique suum" y "Non praevalebunt", que se podrían traducir como, "A cada no, lo suyo" y "(Las puertas del infierno) no prevalecerán". El significado de estas frases las podéis leer en este artículo de La Razòn. https://www.larazon.es/historico/7224-a-cada-uno-lo-suyo-por-giovanni-maria-vian-JLLA_RAZON_384646/
En cualquier caso, la importancia del lema de L'Osservatore Romano y de la aplicación al título de la novela parece algo tangencial. En una carta anónima que recibe el farmacéutico de un pequeño pueblo de Sicilia en los años 60, se leen un par de frases compuestas por palabras recortadas de un periódico. El mensaje es inequívocamente amenazador, aunque parece que ni el cartero ni el farmacéutico le dan demasiada importancia. ¿Será porque recibir en esos años un anónimo de la mafia era más habitual de lo que nos parece hoy día? Días después, el farmacéutico Manno y su amigo, el médico Roscio, aparecen asesinados en el campo, justo en el primer día en el que se levanta la veda.
En el pueblo, los cotilleos se expanden sin control. ¿Fue un crimen por venganza? ¿Fue un crimen pasional? La mayoría piensa que el verdadero objetivo fue el farmacéutico y que el médico fue una víctima circunstancial. Se murmura sobre las vidas privadas de los fallecidos y se buscan pequeñas rencillas que puedan explicar el crimen, mientras la policía se centra en seguir la pista de una colilla de puro aparecida cerca de los cadáveres.
Solo un personaje percibe un pequeño detalle que a todos pasa desapercibido: una de las palabras recortadas del diario corresponde al reverso de la portada de L'Osservatore. El profesor Laurana puede leer la primera parte del lema del título, "Unicuique", y a partir de ese descubrimiento, que comparte con el sargento de carabineros, pero que nadie tiene en consideración, intenta descubrir a la persona que envió el anónimo y que, en consecuencia, fue la responsable de la muerte del médico y del farmacéutico.
Leonardo Sciascia no nos va a hacer partícipes de los avances de la policía en la investigación. Siguiendo los pasos de las pesquisas de Laurana, Sciascia nos cuenta detalles de los personajes de ese pequeño universo en que se convierte el pueblo siciliano. En estos primeros capítulos, todo son habladurías, rumores, vidas ocultas y también personas que transgreden, a su modo, las convenciones de la sociedad establecida.
El primer transgresor es el mismo profesor Laurana, profesor de literatura italiana y latín que viaja todos los días en autobús para impartir clases en el instituto de la capital, mientras vive en el pueblo con su madre, omnipresente en todos los aspectos de su vida. Hay en su personalidad de profesor gris un aire de orgullo y de vanidad que fomentan en él cierto complejo de superioridad. No lo demuestra en su vida diaria, donde alterna las mañanas en el instituto, las tardes en sus lecturas y las noches acudiendo a las tertulias con las fuerzas vivas del pueblo.
Le sorprende que nadie tome en consideración el detalle que ha descubierto en el recorte de L'Osservatore, que inicia, casi por descuido, una investigación que por ahora se centra en descubrir quién en su pueblo ha tenido acceso a un ejemplar del diario del Vaticano. Laurana, con la excusa de buscar un artículo sobre Manzoni, pregunta al quiosquero y al encargado de correos. Sorprendentemente, solo llegan dos ejemplares al pueblo, uno a cada sacerdote, el arcipreste y el párroco de Santa Ana.
Si en toda la novela abundan los retratos irónicos y costumbristas de los habitantes, la crítica social y la maledicencia entre vecinos, esta parte acaba con una fascinante escena del profesor Laurana con el párroco de Santa Ana. Lo de menos es el destino que reciben los periódicos que le llegan todos los días por correo. Es el párroco el que compone un personaje lleno de ironía y retranca. "¿Por qué llevo sotana?...Pues le diré que no me la puse con gusto."