Finalizamos Mis viajes a cementerios, de Mariana Enríquez
Queridas viajeras, queridos viajeros,
Llegamos al final de nuestra lectura compartida en torno a las visitas de los cementerios de Mariana Enríquez. Ha habido de todo, truculencia, superstición, historia, romance, morbo, tenebrismo, belleza, amor…
En este último tramo vamos de París a Barcelona, de Francia a España, para terminar en Argentina y en un listado de deseos de la autora.
Catacumbas y cementerio de Montparnasse, París, Francia, 2006
Este capítulo me perturbó. No sé a vosotros… Por un lado, la estremecedora historia de las catacumbas, por otro el robo del hueso (¿será real? ¿O será literatura? Me queda la duda…), y para finalizar, la terrible historia del necrófilo de Montparnasse François Bertrandel.
Dice Mariana Enríquez: “ no soy una coleccionista de muertos célebres, solo vengo a saludar a muertos queridos”, me resulta curioso. Aunque no paradójico, acaba de robar un hueso de Los Inocentes, un resto anónimo, coleccionista es, pero no mitómana.
Sus muertos queridos son Julio Cortázar, César Vallejo (la historia de su mujer haciendo espiritismo ya nos la comentó la autora en otra parte del libro), Maupassant, Sartre y Simone de Beauvoir, la bella Jean Seberg… Y se emociona ante la tumba de Ricardo, un hombre joven que se fue “tempranamente” y del que completa su historia gracias a un ex amante vecino de su amiga, donde se aloja la escritora en su visita a París.
¿Habéis robado algo parecido en alguna ocasión? Alguna piedrecita, alguna flor… ¿?
- Catacumbas de París. El condensador de Fluzo. (Vídeo).
- El cementerio de Montparnasse. Algunas tumbas famosas (vídeo)
Cementerio de Poblenou, Barcelona, Cataluña, 2018
De París, damos el salto a Barcelona. Y al exilio, y la oportunidad ¿? “Un escritor es un extranjero. Yo no estoy tan segura”.
Además de la historia del cementerio, de la descripción de algunas tumbas y mausoleos famosos y llamativos, o el relato de Francesc Canals i Ambrós, «el Santet» de finales del siglo XIX… lo importante aquí es la escultura que Mariana Enríquez ha ido, expresamente, a visitar.
“Una escena de entrega erótica y de abandono. La famosa escultura funeraria catalana es una pieza homoerótica y su sensual tristeza remite a una sensibilidad moderna; su soledad se recorta sobre el cielo y espera cerca del mar, como una extraña bienvenida”.
¿La habéis visitado?
Los tres últimos cementerios que visita Mariana Enríquez están en Argentina, casi que su decisión de no exiliarse hace que finalice este libro de visitas a cementerios quedándose en su país natal.
Cementerio de Azul, provincia de Buenos Aires, Argentina, 2009.
Lo primero, ¿no os parece maravilloso que exista una ciudad y un río que se llamen Azul? Lo segundo, ¿conocíais a Salamone?
Lo tercero, ¿qué os parece su obra, os gusta, os asombra, os horroriza?
La Reja, Moreno, Argentina, 2011
“Qué hermosos son los cementerios, pienso mientras miro por la ventanilla el cielo gris. Mi amiga Patricia duerme a mi lado. «Donde se pueda leer su epitafio.» Donde quedan el nombre y la fecha, una voz que dice: estuve, fui. A lo mejor ya nadie sabe mi nombre, pero alguna vez alguien me recordó".
Cementerios turísticos, históricos, patrimoniales, pobres, ricos… para visitar, para conocer, para imaginar, para sentir miedo, para realizar cosas prohibidas, para sentir morbo, para huir… En este capítulo el cementerio como lugar de descanso, de recuerdo, de memoria. No tanto para los que murieron. Para los vivos que hallan la paz al saber dónde están sus muertos.
- La Reja
- Marta Taboada
- Marta Dillon, la historia de su búsqueda de Marta Taboada, su madre. (Reportaje en televisión argentina sobre su libro “Aparecida”).
Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires, Argentina, marzo de 2020
Este cementerio lo ha ido nombrando Mariana Enríquez desde las primeras páginas del libro, y por fin, lo visitamos con ella. ¿Si lo visitáramos, nos golpearía con fuerza el choque cultural?
“casi no hay árboles a diferencia de la mayoría de los grandes cementerios del mundo –Silvina Ocampo lo llamaba «Venecia sin los canales», porque las bóvedas son como palacios en callecitas estrechas–; los ataúdes están a la vista porque a las familias ricas enterradas ahí les gustaba ostentar y competir sobre el precio y la calidad de los cajones, como si se tratase de autos o vestidos; si no les gusta, además, pueden sentarse en algún bar de los alrededores porque la Recoleta está en uno de los centros comerciales más intensos de Buenos Aires: nada de paz por ahí, queda justo en medio de la ciudad”. Ostentación, falta de pudor, fastuosidad, exhibición, riqueza, exclusividad, vamos que
“La Recoleta es cualquier cosa menos un cementerio recatado”
La visita se produce en marzo del 2020 y claro, “Tenerle miedo a la muerte y a la plaga en un cementerio es tenebroso y realista, es una confirmación del fin”. Además de la truculenta historia de los restos de Evita Perón, tenemos las de Rufina Cambaceres, Tiburcia Domínguez, las niñas tristes (suicidas o destruidas por enfermedades crueles), las mujeres ocultas o desaparecidas (que en muchos casos, cambiaron de sepulcro, o secuestraron ¡!, para pedir rescates fabulosos…)
“Hay una verdadera manía por abrir tumbas, sacar cuerpos, trasladarlos, secuestrarlos, esconderlos que, creo, es una característica nacional”.
Vaya con La Recoleta.
Terminamos la obra de Mariana Enríquez con su epílogo: “cementerios que quiero visitar antes de morir”… ¿Tenéis, vosotros, alguna lista parecida? De los cementerios que hemos visitado en abril, ¿cuál aún no habéis visto y queréis ir? ¿A cuál no iríais nunca?
Vuestro turno, lectores, lectoras.