2ª parte. Hasta el sábado 15 de abril.

Libro que estamos comentando
Esta parte de Abril Rojo que vamos a comentar abarca lo sucedido entre dos informes escritos por el fiscal Chacaltana.
 
El primero es el que se refiere al cadáver que apareció semicalcinado en el municipio de Quinua. Es el que escribió con los datos aportados por la policía, aunque los lectores queremos creer que lo hace a regañadientes, ya que la información policial contradice sus sospechas de que los métodos utilizados para deshacerse del cuerpo no se parecían a los que utilizó Sendero Luminoso unos años antes.
 
El otro informe se refiere a los hechos que sucedieron en 1990 en la misma ciudad de Quinua. En esos años, plenos de efervescencia de la actividad del grupo terrorista, un destacamento militar bajo el mando del teniente Cáceres irrumpió en la casa de la familia Mayta Carazo y se llevó a uno de los hijos, Edwin, como sospechoso de pertenencia a Sendero. Sin utilizar las garantías democráticas en la detención y en los interrogatorios, el informe militar afirma que Edwin Mayta fue puesto en libertas, aunque él nunca más apareció vivo. En su texto Chatalcana hace constar todas esas irregularidades y propone citar a declarar a los protagonistas de aquellos hechos. En una de las conversaciones entre el comandante Carrión y el fiscal el primero le informa de que eso es imposible, que del teniente Cáceres es el cuerpo calcinado y mutilado que apareció al principio de la novela en la ciudad de Ayacucho.
 
Plaza de armas de AyacuchoEl fiscal reclama a Carrión que ponga en conocimiento de las autoridades de Lima los hechos que han sucedido recientemente en la región y que tienen que ver con un posible rebrote de la actividad guerrillera de Sendero Luminoso. La respuesta de Carrión es la de un ser resignado y derrotado. En Lima están al tanto de todo, pero no desean que los más de 20.000 turistas que se acercan a las celebraciones de la famosísima Semana Santa de Ayacucho piensen que peligra la seguridad en unas fiestas que trascienden las puras celebraciones religiosas.
 
Entre estos dos informes tienen lugar las elecciones presidenciales del año 2000 a las que ya hicimos referencia en la parte anterior. Chacaltana se muestra gratamente abrumado por las consecuencias de elaborar el primer informe según las directrices de la policía. "Ante todo, quiero que sepa que estamos muy orgullosos de usted. Y que las fuerzas armadas de este país cuentan con su infatigable esfuerzo en pro de la ley y el orden", le dice el comandante Carrión. Y tanta frase lisonjera debería de poner sobre aviso al fiscal de que, si acepta como verdad todo lo que venga de los mandos del ejército y la policía, se va a convertir en una marioneta en manos del poder efectivo de la ciudad.
 
El fiscal no es capaz de advertir la verdadera razón de su nombramiento como fiscal electoral en Yawarmayo. Se le requiere como "personal cualificado y comprometido en la defensa de la democracia", pero la realidad es que el poder gubarnamental pretende dar un barniz de legalidad ante la prensa y los observadores de unas elecciones que se celebran con numerosas irregularidades y con las sospechas de un fraude en el resultado final.
 
Desde el viaje inicial a Yawarmayo hasta su vuelta a la ciudad, una vez concluídas la elecciones, el fiscal asiste impávido y superado por los acontecimientos a hechos muy alejados de la realidad de la gran ciudad o de un nación peruana moderna. Desde su llegada, con los perros muertos, descuartizados y colgados en las farolas, lo que allí sucede tiene más que ver con los años irreales en los que Sendero Luminoso controlaba la vida de los pueblos de la provincia de Huamanga.
 
El alojamiento en la vivienda de una familia sin ningún tipo de comodidades y que solo habla quechua, los altercados nocturnos en los que los guerrilleros dominan los cerros que rodean el pueblo, el grupo de policía que se encierra por la noche en la comisaría, la formación de las mesas electorales con sus integrantes reclutados a la fuerza ..., todo es irreal. O tal vez, si tenemos en cuenta que la escuela donde se celebran las votaciones se llama Alberto Fujimori y el encargado de controlar el recuento y el proceso electoral fue le jefe de campaña del presidente en el distrito durante las últimas elecciones, es lo que se podía esperar de un gobierno, y de unas fuerzas armadas que actúan a su servicio, que trata a los campesinos como sospechosos de participar en la guerrilla, a pesar de que oficialmente lleva unos años desmantelada. 
 
En Yawarmayo pasan muchas cosas, incluso que ataquen y quieran matar al fiscal por sorpresa. Reconoce a Justino Mayta Carazo (¿os acordáis?, el que descubrió el cadáver calcinado del principio, el que trabajó con el cura Quílez y también hermano del desaparecido Edwin) con su chullo rojo, el típico gorro andino con orejeras. No podrían concluir de una forma más fatasiosa los sucesos de Yawarmayo que con el ejército realizando una leva entre los jóvenes del pueblo a golpe de garrotazos. 
 
A su vuelta a Ayacucho dos pensamientos germinan en su cerebro: que el informe policial sobre la detención, interrogatorio y presunta puesta en libertad en 1990 de Edwin Mayta Carazo encubrió de una forma burda abusos policiales y que Edith es la única persona que le hace feliz.
 
La familia Mayta Carazo, y por extensión todos los acusados de formar parte de células guerrilleras fueron víctimas de lo que el comandante Carrión define como una guerra sin cuartel. La brutalidad fue norma común entre los dos bandos, sin embargo la ferocidad con la que los victimarios se han aplicado sobre el cadaver recién encontrado de Justino Mayta supera lo que el estómago humano puede soportar.
 

En las recientes elecciones peruanas han tenido lugar actos violentos que inevitablemente nos recuerdan algunos hechos sucedidos en ABRIL ROJO.

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