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Hasta el capítulo 3, incluido: "Viajes obligatorios en autobús. De Herat a Kabul"

Queridas viajeras, queridos viajeros;

¿Cómo estáis? ¿Preparados para viajar, aupados en Roz y en las palabras de Dervla Murphy? (Recordad que, este hilo, comentamos hasta el capítulo 3, incluido)

... como no suelo asustarme ante la posibilidad de un peligro físico mi empresa no requería valentía; cuando un hombre intenta robarme o asaltarme, o cuando me descubro, al caer la noche, completamente agotada y con nieve hasta la cintura en mitad de un puerto de montaña, entonces me asusto; pero en tales circunstancias es el instinto de supervivencia, más que el coraje, el que toma las riendas.

Esto escribe la autora en el prólogo de A toda máquina y, pese a ello, en cuanto indagamos en su biografía y gugleamos su nombre, es casi imposible no quedar cautivados por el coraje, ánimo, tenacidad y sonrisa de esta ciclista, la primera y única mujer que viajó desde Dunkerke (Irlanda) hasta Delhi en bicicleta.

Os enlazo algunas reseñas sobre ella y el libro de viajes que vamos a leer, juntos, durante este mes de octubre.

Llama la atención el despertar de su temprana vocación y su tenacidad, pues lejos de echar en el olvido (o de recordar con nostalgia aquel deseo de niñez) Murphy no paró hasta conseguir viajar hasta la India en bici:

En mi décimo cumpleaños me regalaron una bicicleta y un atlas, y en cuestión de días había decidido pedalear hasta la India. Jamás he olvidado el lugar exacto donde tomé la decisión...

Sin embargo, esta valiente mujer (perdóname, Dervla) es también precavida (ser valiente no es ser temeraria, al contrario), y se equipa con una pistola por si en el camino le ocurriese alguna contingencia. Bien, las aventuras de Dervla son constantes y comienzan desde el primer minuto, porque el viaje en sí era una osada aventura. La autora inicia su viaje en enero de 1963, en uno de los peores inviernos europeos, en el que salir a comprar era terrible, por el frío... qué sería circular al raso subida en una bici, exponiendo el cuerpo a todas las inclemencias.

Y sí, Dervla tiene que utilizar la pistola para defenderse de lobos y, también, de hombres. Se cae, es arrollada por el agua en una inundación, pasa un frío horrible, intentan robarle a Roz (llamada así por Rocinante, la montura de Don Quijote. ¿Os acordáis del vehículo Rocinante en Viajes con Charley, de John Steinbeck?), se acuesta en medio de pulgas, insectos, cucarachas, bebe agua insalubre, se aloja en casas de familias humildes, en comisarías, en casas de té; es tomada por un hombre (y menos mal, pienso que muchas veces esa confusión pudo evitarle otros encuentros peligrosos)... La prosa sencilla de Murphy es tan descriptiva y certera que... ¿no habéis sentido la mordedura del frío? ¿No habéis experimentado el picazón de las pulgas y la aspereza en la piel? ¿No os ha dolido, terriblemente, el brazo quemado por el sol?

Como ella misma explica en la introducción de A toda máquina, pese a todas las dificultades de atravesar un mundo muy complicado (en 1963 llegaban noticias terribles sobre asesinatos y lapidaciones a mujeres, por ejemplo, en Afganistán... esto, lamentablemente, no ha cambiado...), encontró mucha bondad a su alrededor, muchos amigos a los que conoció en lugares inverosímiles que la ayudaron de muchas formas, desde prodigarle compañía hasta compartir con ella techo, vehículo, o alimento. Por cierto, cada vez que Dervla ha de viajar en camión, o en autobús, cada vez que ha de bajarse de Roz, “se siente humillada”, porque su meta es viajar todo lo posible con su fiel compañera y, cuando no puede ser (por accidentes geográficos, climatológicos, porque Roz se estropea, etc.) se siente muy frustrada, amén de humillada, como ya he señalado.

En estos primeros capítulos es capaz de llegar, desde Irlanda a Kabul, pasando por Italia, Eslovenia, Persia... hasta Afganistán. Países muy peligrosos para cualquier viajero solitario, más para una mujer. Ella, respetuosa y precavida, pide permiso para fotografiar aquello que le llama la atención, pero sabe de antemano que tiene muchas limitaciones, en razón de su sexo, de su religión, de su procedencia...

Es éste un libro de “futura consulta”, como bien explica Dervla. Cuando comenzó a viajar empezó a enviar cartas a sus amigos y familiares, pero era laborioso y a veces no encontraba dónde enviarlas. Así que decidió escribir un diario y enviarlo, por “fascículos” a algún amigo que lo leía y lo pasaba al resto de la gente querida de Dervla. Esta obra, por tanto, es aquel libro de “futura consulta”, un diario que conserva casi al completo su contenido original, y esas impresiones, vividas y plasmadas en el momento, componen un testimonio muy valioso. Algo que honra a esta viajera es que resistió la tentación de incluir ( a posteriori) datos enciclopédicos para ilustrar o completar partes de este diario, seguramente así hubiera parecido más instruida, pero seguro que el libro hubiera perdido espontaneidad y fluidez. 

Es inevitable, queridos viajeros, queridas viajeras, que yo me pregunte por vuestra relación con la bicicleta... ¿Alguna vez habéis emprendido alguna excursión o viaje en bici? ¿? Contadme, contadnos.

¿Nos leemos?