Píldoras azules: hasta final
Hola a todas y todos, finalizamos esta lectura compartida en donde el texto y la imagen han ido de la mano. Espero que haya sido interesante su lectura.
Gracias a este libro, Frédérick Peeters permite al lector conocer el día a día de una persona que vive con sida: un análisis de sangre cada 3 meses para medir la evolución del virus, “mirar el cuerpo, tener cuidado con los cortes, vigilar tus mucosas” todo esto es sólo rutina “pero también significa mirar tu enfermedad en un espejo todos los días”.
A través de ciertas imágenes entendemos que la relación con la enfermedad es a veces inestable o incluso conflictiva y que es difícil vivir toda la vida como “paciente latente”. También medimos el miedo a ver deteriorada la salud y los momentos de pánico tras asumir riesgos. Finalmente, el autor insiste en tener que tomar medicación diaria y de por vida, las famosas pastillas azules. Pero el final del libro es también un mensaje sublime de esperanza. En efecto, a pesar de todos los conocimientos sobre la patología, este libro, al sumergirnos en la vida cotidiana de esta familia, nos permite comprender muchas cosas, incluso lo esencial... cómo vivir con ella. Esto es una gran ventaja, porque la ignorancia genera miedo
“Píldoras Azules” no tiene un final o, mejor dicho, una resolución; sólo la sugerencia de que la vida continúa. En este sentido, Peeters destruye el tópico de las narrativas del SIDA en virtud del cual sólo la muerte aguarda al final. Esta es una historia acerca de intentar sentirse bien, de acostumbrarse a vivir con una condición médica implícita.
Y así fue. Poco a poco, contaba Peeters en una entrevista, todos aprendieron a vivir con el rinoceronte en la habitación. Tras varios años probando con diversas medicinas, los médicos de Cati acertaron con una combinación de ellas. El virus, que ataca al sistema inmunitario del organismo dejándolo progresivamente incapaz de combatir cualquier enfermedad, dormita en su corriente sanguínea, aunque ella ha de estar permanentemente alerta. Mientras Peeters elaboraba el álbum, tanto él como Cati albergaron algunas reservas acerca de cómo reaccionarían ante él su familia, amigos y compañeros de trabajo (en la vida real, Cati es maestra), pero a la hora de la verdad, unos y otros siempre les apoyaron sin juzgarles, el hijo de Cati ha ido creciendo y la familia se amplió con otra hija, nacida por cesárea para minimizar el riesgo de infección a través de la sangre. “Estamos acostumbrados a ello, a luchar esta guerra. Ya no pensamos más en ello, es banal”.
“Píldoras Azules” es un comic reflexivo, provocativo en fondo y forma, realista, emotivo sin ser sentimental, sobrio y agridulce que, al tiempo que demuestra lo profundo que puede llegar a ser el medio, ofrece una visión íntima y honesta del mundo de las relaciones en el ámbito del SIDA y quienes conviven con ellos, sus desafíos y posibilidades y el potencial del verdadero amor –no el que se nos muestra en las películas- para superar problemas.
Es cierto que tampoco es una obra recomendable para todo el mundo: es un comic muy personal tanto en lo que se cuenta como en la forma en que se cuenta. La convivencia con la enfermedad y la relación entre los miembros de la familia está tratada con respeto, cariño y cotidianeidad, pero puede que el tema resulte algo desasosegante –nunca ofensivo- para según qué sensibilidades. Ahora bien, lo que es innegable es que pesar de la invisibilidad de la dolencia, Peeters le ha dado al silencioso virus un poderoso lenguaje visual, elocuente, accesible y ocasionalmente cómico. Es una obra que celebra, sobre todo lo demás, el amor y la vida. Parece como si, ordenando, analizando y transmitiendo sus experiencias, el SIDA hubiera perdido su poder para atemorizarle. Desde ese punto de vista, “Píldoras Azules” es una historia de amor normal y corriente…en la que de vez en cuando asoma un rinoceronte.
La editorial Astiberri publicó Píldoras azules en 2002, pero en 2015 la ha vuelto a reeditar con una docena de páginas adicionales que muestran a Cati y su hijo, los protagonistas del relato junto al propio dibujante, trece años después de lo narrado en el cómic. Este material nuevo es muy interesante, ya que permite observar la evolución de la enfermedad, los avances científicos, y sobretodo, las reflexiones del adolescente que solo tenía tres años en la obra original.
En palabras del propio autor:
“Si al final Píldoras azules ha ayudado a la gente a entender la enfermedad, yo no soy consciente de ello. Para mí era sólo una historia de amor, relacionada con el sida, sí, pero sólo hablaba de amor. Yo no demonizaba el sida, así que no tenía el objetivo de intentar que otros tampoco lo hicieran. Si a alguien le ha abierto los ojos, bien, me alegro. En cualquier caso, este libro ya no me pertenece, cuando me hablan de él tengo la sensación de que se refieren a otra persona.
Por muy pequeño, como él señala, que sea el sector poblacional que ha accedido a Píldoras azules desde su publicación, lo cierto es que la novela acerca al lector al conocimiento de una enfermedad que muchos miran desde la distancia, a los problemas del día a día, incluso a cómo puede unir a una familia. Tanto es así, que habiendo publicado otras muchas obras, algunas también de excelente calidad, a Peeters todos le preguntan todavía por aquel trabajo:
- No me importa hablar de ese libro. No estaría sentado en este despacho si no lo hubiera dibujado. No me atrevería a decir si se ha convertido un clásico, no es a mí a quien corresponde etiquetarlo. Respecto a mi forma de trabajar, todo ha cambiado desde entonces. Píldoras azules surgió de la más absoluta improvisación, me permitió aceptar una serie de problemas y darme cuenta de que yo podía ser un autor de cómics y experimentar con la narrativa. Fue una creación continuada, no me paraba a pensar, desdramaticé todo el proceso de creación de la novela gráfica y, bueno, salió bien y me abrió todas las puertas.”
Feliz semana de lecturas., aqui seguiremos el mes que viene con una lectura que no se parece a nada de lo hayas leido hasta ahora, se trata de El curioso incidente del perro a medianoche de Mark Haddon
Saludos
Alejandro López