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Madame Bovary, parte II, caps. 13-15 y parte III, cap. 1

Libro que estamos comentando: 
Madame Bovary

Hola a todos y todas, aquí llega la entrega semanal del club de lectura. Vamos a ello que está la cosa de lo más emocionante.
 
Fijaos cómo empieza el capítulo XIII, con Rodolphe sentado a la mesa de su despacho bajo la cabeza de ciervo que como trofeo colgaba de la pared. La analogía no puede ser más evidente. Tras la caza, el trofeo. Emma ya ha sido abatida y, como se dijo en páginas anteriores, ella es como las demás amantes, así pues hay que terminar la tarea cuanto antes y añadir un trofeo más a la pared del despacho (o del dormitorio). Y por si hubiera alguna duda Flaubert nos permite echar un vistazo a las cartas de amor que Rodolphe ha intercambiado con sus amantes y que él echa a un lado exclamando "¡qué cantidad de cuentos!".
Muchos de vosotros ya veíais venir el desenlace de esta relación, lo que quizás no os imaginabais es hasta qué punto va a afectar a nuestra protagonista (¿o quizás sí os lo imaginabais?) y cómo esto va a terminar de desequilibrar el frágil equilibrio familiar (y ahora me refiero en lo económico). Me gustaría detenerme un momento para conminaros a que, en toda esta espiral de tristeza y (auto)destrucción os fijéis en Charles Bovary: ¿qué pensáis de él?, me interesa mucho saber vuestra opinión.
En estos momentos de tristeza Homais (y quizás el propio Flaubert) hacen un alegato a favor de las artes, de la música, del teatro, que sirve "para criticar los prejucios, y, bajo la máscara del placer, enseña la virtud" y con ello, quizás también está haciendo una crítica a la otra opción para el consuelo: la religión, que como veréis también ocupa un buen tramo del capítulo XIV. ¿Qué pensáis sobre ello?
Ah, por cierto, fijaos en un pequeño detalle, cuando Félicité quiere salir para ver a un mozo que le requiere, atentos a la respuesta de Emma Bovary, cada vez más coherente y sin importarle las convenciones sociales. (Por cierto, en este capítulo también se nos deja entrever que hay no pocos rumores en el pueblo con el romance de Emma y Rodolphe.)
Y llegamos a otro de los momentos cumbre de esta novela, el viaje que el matrimonio Bovary hace para asistir a la función de ópera en la que actúa un tenor famoso (y algo escandaloso según opina Homais). Fijaos qué sensación causa en el alma de Emma Bovary ver y sentir esa ópera, cómo aviva sus emociones, cómo refresca sus deseos de felicidad... y en el momento en el que todo esto está sucediendo aparece un viejo conocido: Léon. La combinación no puede ser más explosiva, ¿verdad?
Y de la mano de Léon entramos en la tercera parte del libro y este primer capítulo es, en verdad, tremendo. Los momentos en la catedral con Léon ansioso, Emma beatíficia y el guardés haciendo la visita turística, es glorioso, pero, sobre todo, la imagen de la carroza con las cortinillas echadas yendo hacia ninguna parte pero sin dejar de circular, es sencillamente brutal, una nueva alegoría (y en la que de nuevo nos encontramos los caballos, eh) y un momento magistral que resulta por un lado tremendo y por otro casi cómico.
Disfrutad de la lectura, y ya sabéis que espero vuestros comentarios con impaciencia.
Feliz semana
Pep Bruno