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Cuarta parte: el desenlace del robo de la imagen de la Virgen Negra

Libro que estamos comentando: 
La transparencia del tiempo
Nada mejor para acabar la resolución del enigma de la desaparición de la Virgen Negra que una escena en la que, alrededor de la cama del hospital en la que yace Mario Conde, se agrupen los amigos que le han acompañado durante toda la novela.
 
La convalecencia de Conde por el disparo recibido en el pecho no modifica un momento que se percibe de final feliz para ese grupo de personas, cubanos de La Habana, a los que da la impresión que el peligro por el que ha pasado su amigo es un mal menor en comparación con las dificultades que suponen sobrevivir en la Cuba de hoy.
 
Padura nos habla en ese momento del amor y de la solidaridad entre ese grupo de personas que luchan contra la adversidad y que dudan si el proyecto que soñaron los Padres de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes o los que Conde rememora como paseantes de la restaurada Alameda de Paula: Martí, Casal, Villaverde, Heredi, Varela, Domingo del Monte, Seco ... los que inventaron Cuba, finalmente fue un invento que no les quedó muy bien del todo.
 
Es dificil no pensar que la añoranza de Conde no sea la añoranza de Padura. Ambos comparten casi la misma edad y no evitan mostrar su decepción por cómo los ideales y las promesas de su juventud se han transformado en una realidad que a muchos les impulsa a abandonar su país. Aún así Conde tiene mucha suerte de estar rodeado por tantas personas que le quieren y que le cuidan, superando la reconocida incapacidad previsora y práctica del expolicía.
 
Da mucha pena verle llegar tan desvalido a su casa y hacerse una tortilla de dos huevos y picarse un aguacate, quizá lo único comestible que ocupe su nevera, y encima tener que compartirla con su perro Basura II. Por eso ese final optimista, final feliz al fin y al cabo para Conde, por el que perro y dueño se trasladan definitivamente a vivir en casa de Tamara, es el colofón de un personaje con el que no es difícil encariñarse: por su bonhomía, por su resistencia a rendirse a la adversidad, por su rectitud e integridad al no aceptar al final el dinero interesado de su amigo Bobby, por las dificultades económicas que tiene que padecer en una época que parece que no es la suya y, cómo no, por su perspicacia para buscar la punta del hilo por donde halar para desentrañar la dificultad de un caso enrevesado.
 
En el lado de enfrente están los que están sacando beneficio en ese río revuelto en el que se convierte el final del castrismo en Cuba. Karla Choy, Elizardo Soler, René Águila, su amigo Bobby, Raydel/Yúnior o Ramiro la Manta son la otra parte de la sociedad que se manejan como pez en el agua haciendo negocios o comprando y vendiendo cualquier cosa, muchas veces con el beneplácito de la administración del régimen. 
 
Estos últimos está unidos por una linea invisible señalada por la presencia, o en este caso por el robo o ausencia, de la Virgen Negra. Conde, con esas famosas premoniciones que le caracterizan y que le relacionan, al menos en espíritu, con Manuel González "Plinio", el famoso jefe de la policía local de Tomelloso, sabe que donde se encuentre la Virgen estará  el culpable de las muertes de los dos jóvenes rateros y la explicación al extraño caso de la imagen de la Virgen que nadie sabe dónde está.
 
Lo de menos en este momento es descubrir quién es el culpable de todo este enredo, aunque por supuesto que el causante tiene nombre y apellidos, y como en toda novela negra que se precie, finalmente es descubierto y paga por ello. De eso se enterará el que termine la novela. Seguro también es que hablaremos de ese tema en los comentarios. 
Más interesente me parece la forma con la que Padura dirige una investigación sorprendente, capaz de enredar entre los hilos de su trama desde los sofisticados círculos del mercado negro del arte y los bajos fondos habaneros. Entre tanto personaje triunfador y que maneja el dinero que no tienen ni por asomo ni el "antipolicía", como le llama el mismo Padura, ni los policías que investigan el caso, Mario Conde aporta dos virtudes que ya le valieron el éxito en su carrera policial: método y conocimiento.
 
Finalmente, como habíamos previsto en comentarios anteriores, el intercalado de las dos historias que comparten el argumento de la novela tiene un objetivo muy preciso, que explica el autor en las últimas páginas de la novela. Comprobaréis que los capitulos que cuentan la historia y los avatares de la imagen de la Virgen, y del Antoni Barral que en cada época es el encargado de su cuidado, es el fruto de un trabajo que Padura pone en manos de un Conde que se decide por fin a escribir. 
 
Por eso parecen dos novelas distintas, porque en esa recreación entre imaginación y realidad de la historia de la Virgen desde la época de los templarios hasta la Cuba actual, parece percibirse un homenaje a Cataluña y a alguno de los elementos que sustentan su identidad.