La señora Dalloway III
Hola a todas y todos, aquí llegan las recomendaciones de lectura de la próxima semana. Eso sí, antes que nada daros las gracias, vuestros comentarios están siendo valiosísimos y enriquecen mucho la lectura.
Marca de lectura. Esta semana he leído un poco más, creo que ya vamos caminando con más seguridad por estas páginas hermosísimas. En mi libro he llegado hasta la p. 251, que es exactamente hasta el momento en el que Lady Bruton, Hugh Thitbread y Richard Dalloway están comiendo y comentan que acaba de llegar Peter Walsh a Londres. Justo ahí.
Lectura de esta semana
Esta semana retomamos el paseo con Peter Walsh y conocemos parte de sus recuerdos y de sus sensaciones. Sabemos más detalles del enamoramiento intenso que vivió (¿y que sigue viviendo?) con Clarissa Dalloway y de las reflexiones al hilo del reencuentro. Algunas son magníficas (bueno, podría uno leer y subrayar continuamente el libro), como cuando dice que "no es que [Clarissa] fuese llamativa; ni guapa en absoluto; no había nada de pintoresco en ella; nunca decía nada que fuese especialmente ingenioso... Sin embargo, allí estaba ella; allí estaba." (p. 222) esa diferenciación entre ser (alguien, hacer algo, para ser visto, conocido, reconocido) y estar (basta con estar, con tener esa presencia y ocupar un lugar) creo que es algo bien interesante y que, detrás de algo tan aparentemente sencillo, se podría reflexionar largo y tendido (que es algo que sucede a cada paso con este libro, caramba).
No sé si a estas alturas volver a insistiros en la cantidad de, pequeñas referencias, pistas, momentos... en los que la muerte aparece en el texto. En algunos casos aportándonos información sobre la historia de los personajes (y aportando espesor narrativo a la trama), como es el caso de la muerte de Sylvia (de la que sabemos apenas dos o tres líneas pero es, brutal), o la muerte de Evan (el compañero de Septimus); es decir, son "cameos" de la muerte pero no son futiles, tienen sentido dentro de la historia y suman a la atmósfera general, a la narrativa que va avanzando hacia un destino inevitable.
Y, al mismo tiempo, y dentro de esa dualidad (doble cara de una misma moneda, por un lado; pero también suma de contrarios a lo largo de toda la novela), encontramos un canto a la vida, por ejemplo: "Una vida entera era demasiado corta para sacarle, ahora que uno había adquirido el dominio, la plenitud del sabor; para extraer hasta la última onza del placer, hasta el último matiz de significado" (p. 225).
Y de Peter nos la acción se traslada hasta Lucrezia y Septimus. En estas páginas vamos a saber más sobre esta pareja, sobre la profunda depresión de Septimus, sobre la preocupación de Rezia... y también sobre cómo se conocieron, cómo fue y es su vida. Y todo esto de camino a la consulta del médico, de un médico que tal vez será consciente de la gravedad de Septimus.
Por cierto, brutal la historia de Septimus, su participación en la guerra y las secuelas que le infligió. Septimus se sentía un condenado a muerte porque "no sentía" (p. 236). ¿Quizás no sentir es una manera de estar muerto?, ¿no sentir pena, tristeza, amor, deseo... es no ser? Y mientras tanto Septimus sigue hablando con su compañero muerto y sigue dando señales de las marcas que hay en su camino (eso de que esté leyendo el Infierno, la primera parte de La Divina Comedia... caray, es que no hay tregua). Uno está tentado a ver un espejo de la propia Virginia Woolf en este personaje, por su dificultad, no tanto para sentir, como para expresar su dolor, su vacío y, al mismo tiempo, todo lo que le habita y es y podría contar. Sí, tentado de decir que ese dualismo del libro alcanza a la propia vida, a la vida que hay fuera del libro y que es la vida de su autora. No sé qué os parece esto.
Ya para ir terminando, fijaos de nuevo en las mujeres que van apareciendo a lo largo del libro, todas distintas, cada una con sus anhelos y sus vidas. Además de la propia Clarissa y Sally, de las que ya hemos hablado bastante, en estos capítulos podemos observar más de cerca a Lucrezia, que vive una situación muy dura y que, además, está triste porque "¡Ella no podía hacerse vieja sin tener hijos!" (p. 235); y conocer a Lady Bruton, quien "tenía fama de interesarse más por la política que por las personas, fama de hablar como un hombre (...) [aun así sabían que era] una compañera casi callada cuyas expresiones reconocían cierta camaradería femenina" (p. 250).
Feliz semana de lectura
Pep Bruno