TERCERA PARTE: de mascota a Aneris. Hasta el capítulo 13
Libro que estamos comentando:
La piel fría
"Primero el enemigo se sitúa en el exterior, luego se traslada al interior del faro, donde se refleja la incapacidad de comunicación y, a medida que avanza la novela, la lucha se sitúa en el interior del individuo".
En estas frases del autor se resume la situación en la que se encuentra nuestra lectura de la novela.
El cansancio y la fatiga mental se adueña de las dos personas protagonistas de LA PIEL FRÍA. Ha pasado ya un periodo indeterminado desde la llegada del oficial atmosférico a la isla y ellos solo comparten la angustia por la supervivencia, pero se aislan en su comunicación y se alejan cada vez más uno del otro. Una vez pasado los primeros días de frenesí bélico la rutina en la reparación de su particular fortaleza les envuelve y les hace ocupar la mayor parte de su tiempo.
El cambio de estación añade más desolación, si cabe, a la atmósfera que se respira en el faro y convierte la isla en un lugar más frío y oscuro, como el autor repite varias veces, "sin pájaros ni insectos".
Es el momento en el que cualquier decisión se convierte en una opción desesperada. Ya no tienen nada que perder, y menos cuando son conscientes de la dificultad de aguantar hasta que un barco les venga a rescatar.
En este caso ambos colaboran para un bien común. Se saben necesarios y dan una oportunidad a la solidaridad y a la cooperación, especialmente cuando ejecutan un plan muy arriesgado que les puede facilitar el acceso a una importante cantidad de dinamita, contenida en las bodegas del barco portugues hundido.
Mientras tanto la atracción sexual por la criatura, los escrúpulos que surgen en el portagonista, se acallan cuando es consciente de que "ante la muerte la integridad moral no es más que el polvo del camino".
Pero el sexo no es únicamente la forma de un desahogo. Kollegue descubre una nuevos placeres escondidos en las relaciones sexuales con la citauca, muy alejados de los convencionalismo y la hipocresía de la sociedad europea de la que procede.
Las embestidas de las criaturas contra el faro difícilmente se pueden interpretar, desde el punto de vista humano, como actos de curiosidad o acercamiento amistoso.
Deseperación y desánimo: las criaturas, a pesar de las bajas, siguen atacando y los cálculos le hacen suponer al oficial atmosférico que el barco que debería haber traído a su relevo se ha retrasado. ¿Se han olvidado de él? ¿Alguna circunstancia impredecible ha impedido que el barco acuda a tiempo a la cita?
El encuentro en el fondo barco con una multitud de pequeñas y jóvenes criaturas va a cambiar la idea preconcebida de las criaturas anfibias como fieras salvajes. Sin embargo las criaturas en la superficie son todavía imprevisiles, no tienen un patrón que permita adivinar cuando se va a producir un ataque ni la intensidad del mismo. Solo el canto de la citauca avisa de la llegada de sus congéneres.
Un descubrimiento, una percepción, cambia el desarrollo de la trama. Si la citauca se ríe, será que es algo más que un monstruo submarino. El protagonista descubre rasgos de humanidad en ella, no solo por el atractivo sexual que había sentido desde el primer momento. Si las criaturas no son animales, será que hay algo más que sexo en su relación. "Ahora la miraba buscando humanidad y encontraba una mujer"
En ese momento se hace la pregunta que puede ser la clave y que sorprende no se la hayan hecho antes:
¿quién era (la citauca)?. La respuesta es "Aneris", cuando deja de ser una mascota para tener rasgos y
atributos individuales.
Hasta este momento la única posibilidad de contestación a la pregunta estaba determinada por el miedo y la ignorancia. Todo estaba dominado por la tensión y el desconocimiento, por la lucha por sobrevivir.
Definitivamente el oficial atmosférico admite que otras formas de comunicación son posibles, que la lucha
no es lo que las criaturas buscan, que tienen muchas cosas que les acercan y que les hacen casi iguales.