Primera parte. Tres noches de horror. Hasta el capitulo 5
Libro que estamos comentando:
La piel fría
La reciente adaptación cinematográfica de "La piel fría" ha vuelto a poner de actualidad una novela que, desde su publicación en 2005, ha merecido múltiple elogios de la crítica y la traducción generalizada a múltiples idiomas.
La novela oscila entre la ficción propiamente dicha, con aspectos que la acercan a la novela fantástica, de terror y de aventuras, el ensayo antropológico y elementos de escritura autobiográfica en forma de diarios.
Comienza la novela con la llegada del protagonista-narrador, un personaje sin nombre, a una isla solitaria en medio del Atlántico. No es momento de desvelar los motivos y las tareas que Kollegue, el nombre que otorga al protagonista el otro ser humano de la isla, viene a desempeñar a la isla, un lugar que tampoco tiene un nombre ni una ubiación conocida. Eso ya lo iréis descubriendo en la lectura.
La isla adquiere desde el primer momento un protagonismo innegable. Está alejada de las rutas comerciales, olvidada por las cartografías, y allí es depositado un personaje rodeado de misterio y con un objetivo confuso: "Vivir allí, en una soledad de exilio, lejos de toda costa civilizada, con un trabajo tan monótono como insignificante: anotar la intensidad, dirección y frecuencia de los vientos". Esas parece que van a ser sus difusas funciones durante un año. Su labor es tan inútil que su cometido sólo puede entenderse como un ostracismo, una suerte de exilio voluntario.
Durante doce meses y hasta que sea relevado por su sucesor, tendrá que convivir en esa isla, que es en la práctica un islote de kilómetro y medio de extensión en forma de ele perdido en medio del Atlántico. Su caseta ocupa un extremo y un faro imponente ocupa el extremo contrario. Entre medias, hay una fuente, y un amago de bosquecillo. No hay espacio para la civilización y sí para la barbarie: la caseta aparece revuelta y por doquier odos los lados aparecen las evidencias de una cierta locura por parte de su antiguo morador, del que no hay ni rastro. Allí depositan los víveres y y los materiales que le ayudarán a sobrevivir durante su estancia.
Al otro lado de la isla el faro parece una fortaleza amurallada, adornado con estacas afiladas y otras rudimentarias e inquietantes defensas. Dentro del faro, arropado en un camastro, con el aspecto descuidado de un salvaje, encontramos al farero, que parece sumido en la locura y con el que es imposible comunicarse. Apenas pronuncia unas pocas palabras, aunque logra presentarse como Batís Caffó.
La tripulación que ha traído al protagonista tiene que abandonar la isla dejándole mínimamente preparado para desarrollar sus funciones, pero cuando cae la noche se produce la llamada del horror.