La marcha Radetzky XXVII-Epílogo
Hola a todas y todos, terminamos esta fascinante lectura que nos ha tenido enredeados durante el mes de julio, espero que hayáis disfrutado con esta prosa magnífica y esta historia poderosa y demoledora (demoladora por demolición, sutil si se quiere, pero demolición al fin y al cabo).
Para esta semana leeremos lo que resta de libro, unas 115 páginas (de la página 343 a la 459 en mi edición).
ESTA SEMANA: XXVII-EPÍLOGO
Terminamos el libro y, como anticipasteis algunas en los comentarios, la cosa acaba mal para nuestro protagonista Carl Joseph. Pero antes de llegar a ese momento repasemos algunos detalles muy interesantes.
El amor. El amor de un padre por su hijo, y acaso de un hijo por su padre, que tan difícil es de mostrar en todo momento en cada página. Vemos esa incapacidad por decir palabras afectuosas en esa familia, sin embargo los actos sí fueron amorosos: lo fue que el primero de los Trotta insistiera en que su hijo no fuera soldado (porque sabía del horror de la guerra); igual que lo es en estas páginas la tenaz búsqueda de una solución del padre para la deuda que su hijo ha contraído. Rompe todos sus principios el padre para ir a ver al emperador en persona y pedir ayuda. Todo ese trajín agotador (y desesperante) es una muestra de amor incondicional. ¿No os parece? Por otro lado, quizás esos hechos no sean suficientes, puesto que parece que todos andan necesitados de amor.
La felicidad. Hay algunos momentos en los que vemos a nuestros personajes, casi podría decirse que, felices. Es feliz el barón Trotta cuando sale de su rutina, escapa y emprende un viaje insólito e inesperado para ver a su hijo, ¿no os parece? Es feliz Carl Joseph cuando por fin deja el ejército y pasa apenas esos treinta días en una casita solitaria en el campo, con una tarea fácil y una vida sencilla. Sin embargo parece que el engranaje del imperio impide a sus hijos ser felices. La muerte del heredero todo lo va a trastocar.
Por cierto: apenas un atisbo de alegría en una fiesta en la que hasta los elementos parecen ponerse en contra. Es como si los dioses estuvieran empeñados en que los seres humanos vivieran en la tristeza y el pesar (a pesar de su constante intento por ser felices).
La muerte. Por cierto, la muerte. Espeluzna por su falta de dramatismo y por el vacío que deja. A mí me ha impactado. ¿Qué os ha parecido a vosotros, a vosotras?
En este sentido, y retomando un comentario de la pasada semana, la marcha Radetzky, de Strauss, que aparece citada en varias ocasiones a lo largo del libro (y que da título al mismo, caramba) podría ser una metáfora de la intención del libro: esta melodía alegre, vigorosa, que es una invitación al baile y a la alegría, y que en realidad marca el paso hacia la debacle y el hundimiento, hacia la muerte y el vacío. Es como si los seres humanos nos empeñáramos en bailar, cantar, reír, a pesar de que el camino señala hacia la muerte, hacia el final.
Bueno, espero que hayáis disfrutado de esta fantástica lectura, y os recuerdo que ahora habrá un parón estival, volveremos con la actividad en los clubes de lectura a finales de septiembre.
Disfrutad de estos días de descanso.
Saludos cordiales,
Pep Bruno