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1ª parte. Un cadáver inesperado. Jueves y viernes.

Libro que estamos comentando: 
El reinado de Witiza
Desde su particular mirador, un ventanal del Casino San Fernando que les permite observar el diario acontecer de la Plaza Mayor de Tomelloso, Manuel González, alias Plinio, jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso, y su amigo, colaborador y cómplice, don Lotario, contemplan con aire de desgana las gentes que pasan bajo un cielo gris que todo lo tiñe de tristeza.
 
Y desde allí, con un cigarro en los labios, los pensamientos de ambos enseguida les llevan hacia terrenos más atrevidos, que leídos sesenta años más tarde de su publicación, les pueden parecer a algunos que tienen cierto aire machista, y que en los tiempos actuales que corren les hubieran hecho merecedores de una severa reprimenda por parte de los grupos feministas, siempre atentos a escrutar los tópicos que se vierten sobre las mujeres.
 

Una imagen de la serie de televisión Plinio, basada en las novelas de García Pavón

Plinio busca el símil del tiempo en Castilla comparándolo con el ánimo de ciertas mujeres "maltempladas". "En Castilla no hay primavera —sentenció don Lotario mirando las copas de los árboles de la glorieta despeinados por el viento—. Castilla es como ciertas mujeres mal templadas, que pasan del frío al calor o de la risa al llanto sin puente medianero."
 
Y pocos párrafos después Plinio se despacha con un comentario de los de barra de bar, entre "machotes": 
"-Nunca sé de qué tienen (las mujeres) hecha la cabeza -dio el Faraón.
-Ni cabeza ni na -siguó Plinio- son ingle sola.
-Eso de ingle es un decir.
-Es que Manuel, como es tan púdico, en vez de decir el sitio dice la vecindad."
Solo falta que García Pavón describa la sonrisita en los labios de los contertulios que charlan sobre el caso del nicho ocupado.
 
No es solo lo que pone en esta ocasion García Pavón en boca de sus personajes, Plinio y don Lotario, sino el papel general de las mujeres en esta novela que ahora empezamos a comentar. En "El reinado de Witiza" son meras acompañantes de los varones a los que están unidas, maridos, hermanos, novios ... Nada, por otra parte que no refleje el papel que en esos años (mediados de los 60 del siglo pasado) tenían las mujeres en una sociedad rural como la de Tomelloso. 
 
En esta novela, donde la trama lleva a que aparezcan un gran número de personajes secundarios, solo Rocío (la Rocío), la dueña de la buñolería donde Plinio va a desayunar todos los días, tiene un papel protagonista. Ella siempre se muestra libre y decidida, tal vez porque tiene su propio negocio que le ofece independencia económica y no se muestra en ninguna de las novelas relacionada con ningún hombre. Es más, se permite ciertas libertades con Plinio a las que nadie en el pueblo  se atreve.
 
De cualquier forma, el papel de la mujer en la novela creo que hay que entenderlo, al igual que otras referencias que aparecen y que hoy día no son socialmente correctas, como el continuo uso y abuso del tabaco, como fruto de un interés del autor por describir las gentes de su pueblo, que él tan bien conocía. Ese toque costumbrista, en cualquier caso, creo que es siempre amable y poco crítico con la sociedad y el régimen político que describe, algo que ha sido muy censurado por parte de muchos escritores de la siguiente generación, la que mantuvo una actitud crítica y opuesta al franquismo.
 
Dejemos por ahora este asunto que seguró que ocupará varias línes del debate de la novela y vayamos a los hechos que consiguen sacar a Plinio y a don Lotario de su abulia y de su sopor en ese jueves de principio de verano: el cabo Maleza cruza la Plaza para dar a Plinio el aviso del juez de que a Antonio, el Faraón, le han ocupado ("okupado" se diría hoy) un nicho del cementerio que había comprado para usarlo él y su familia lo más tarde posible. En una visita rutinaria de la mujer de el Faraón se han sorprendido al comprobar que el nicho, originalmente vacío y destapado, había sido tapiado recientemente.
 
Desde el principio, Plinio, que siempre ha mostrado mucha confianza a sus pálpitos, se deleita con lo sucedido porque vislumbra que ese va a ser un caso "gordo".
 
Se inicia, en esta primera parte, las primeras idas y venidas desde el pueblo al cementerio para intentar desvelar el misterio del nicho ocupado, finalmente, por un cajón que contiene el cadaver embalsamado de un hombre, en principio, desconocido en Tomelloso.
 
Plinio admite su desconcierto e inicia las primeras pesquisas para conocer la identidad del muerto. Y lo hace con un método poco ortodoxo desde el punto de vista actual de investigación policial, pero que va a demostrar su eficacia para resolver el caso: manda al alguacil a echar un bando por el pueblo para que cualquier persona interesada se pase por el depósito del cementerio a reconocer o dar pistas del cadaver. Así se difundía la información en un pueblo de Castilla a mediados de los 60, a toque de corneta.

 

Promo Plinio (1972)