El asno de oro, 8-11
Hola a todas y todos, espero que estos días de Semana Santa disfrutéis de algunos ratitos de descanso y lectura; yo, por mi parte, os escribo desde Oporto, donde he terminado de releer este libro estupendo y, qué queréis que os diga, me ha gustado mucho más que las lecturas anteriores. Pero vayamos por partes. O, mejor aún, antes de meterme en harina os cuento que aunque esta semana terminamos el libro la semana que viene os vamos a seguir con El asno de oro, o, si se me permite, con un estrambote de El asno de oro. La próxima semana lo entenderéis mejor, que yo no quiero anticiparos más.
ESTA SEMANA
Esta semana os propongo la lectura de los libros VIII al XI, es decir, de la página 197 a la 291 en mi edición. En estas páginas nos encontramos con una serie trepidante de historias, cuentos, sucedidos, aventuras y desventuras de nuestro protagonista. Algunos de estos cuentos los conocemos de hace no mucho, por ejemplo, Libro IX, 5-8, esta historia la leímos hace muy poco en el libro de El Decamerón de Boccaccio (VII, 2).
Como esta semana ando más relajado sólo os voy a comentar dos o tres cosillas.
La primera. La sucesión de aventuras es trepidante, algunas resultan casi insólitas, pero recordad que es una novela milesia, y esto está en su ADN, acción trepidante, historias intercaladas, aventuras y desventuras. Algunas de ellas verdaderamente magníficas. Y, como ya os decía anteriormente, todo esto tiene mucho que ver con el carácter oral de la obra.
La segunda. Aparece el asuntito de la zoofilia; es, de hecho, uno de los momentos más sonados de la literatura por este pasaje. Pero fijaos cómo antes, quizás para quitarle hierro, ha humanizado mucho al asno (come como un humano, contesta como un humano, etc.). En cualquier caso es un pasaje difícil de olvidar y que evoca un hecho real en el teatro romano: la primera vez que una mujer subió a un escenario fue para representar el mito de Pasífae y su pasión por el toro de Poseidón. Y no digo más.
La tercera. El giro de las últimas páginas del libro es brutal. Es como esas novelas del Siglo de Oro en el que se cuentan aventuras (muchas de ellas poco edificantes) pero que acaban en las últimas páginas como puestas de modelo de lo que no hay que hacer. En este caso el giro último es magnífico, porque nos hace recolocar el sentido de la novela y nos permite una lectura desde una mirada metafórica, como un camino de transformación a lo largo de las páginas hasta que el protagonista consigue llegar a gran altura espiritual.
¿No os parece una maravilla?
Tengo muchas ganas de ver qué os ha parecido el libro y de que nos digáis en los comentarios cuál es el momento que os ha parecido más divertido o interesante.
Pasad una buena semana,
os leo en los comentarios,
Pep Bruno