Hasta el capítulo 4, incluido.
Hasta el capítulo cuatro, Rumbo al oeste, incluido
Hola, lectores. ¿Cómo estáis, qué tal el viaje por Irlanda? En esta segunda semana, vamos a comentar dos nuevos capítulos de nuestra obra compartida, Canta Irlanda: el capítulo 3 y el capítulo 4.
En el capítulo 3, “Una terrible belleza”, viajamos en el tiempo hasta abril de 1916, cuando tuvo lugar el Alzamiento de Pascua. Esta remembranza histórica no deja de estar teñida de derrota, poética, sufrimiento… esa exaltación del martirio de la que se burla Frank McCourt en Las cenizas de Ángela. Decía Joyce: “Siempre fuimos leales a las causas perdidas”; dice Reverte: “los irlandeses sienten un regusto heroico por las derrotas”.
Javier Reverte narra los hechos que precipitaron el Alzamiento, cómo se desenvolvió éste con la derrota de los patriotas irlandeses ante la maquinaria de guerra inglesa bien engrasada. Es cierto que todo desprende un derrotismo asumido, una especie de dignidad patriota exaltada y suavemente triste. Una revolución romántica, poética (y algo chapucera), hecha por hombres cultos que sabían escribir, tocar instrumentos, cantar, … pero que no tenían apenas idea de luchar.
Cuando Reverte describe la Oficina General de Correos, donde se reunió el Estado Mayor de la Revuelta y leyeron la declaración de la independencia de Irlanda, (para todos los irlandeses e irlandesas), llama la atención ese monumento al héroe mitológico Cúchulainn , otra vez, una leyenda en un lugar histórico. Un hecho legendario para explicar la historia.
A lo largo de este capítulo, conocemos a los signatarios de la declaración, así como a otros protagonistas, como Sir Roger Casadement, que fue hasta Alemania para conseguir armas, fue descubierto y ejecutado. Casadement, nos lo aclara Reverte en una nota, es el personaje de El sueño del celta, de Vargas Llosa, y nuestro propio autor nos contó, en un par de libros, su historia en África.
Cuando pierden las armas, una parte del levantamiento irlandés quiere retrasar la revuelta, pero la otra, no. El poeta Pearse, con su verbo florido, convence al pragmático Connolly, que, en la derrota, a mí se me antoja, más poético aún que el propio Pearse. ¿Recordáis el diálogo entre Connolly y el periodista, cuando desfilan por las calles previo al Alzamiento?: “¿Adónde vais, Jimmy?” “Derechos al matadero”.
Escalofriante.
Dicen que en las derrotas es donde se conoce, verdaderamente, a los hombres. El general Maxwell era un tipo tenaz, al que no le gustaba dejar a medias sus misiones. Un tipo cruel. Bloody Maxwell no paró hasta ejecutar a los dieciséis hombres implicados en la revuelta, a los que convirtió en héroes y mártires, además de encancelar y deportar a 1.500 dublineses y cometer todo tipo de tropelías. Le destituyeron, pero el mal ya estaba hecho.
¿Y esa reacción del pueblo? A los que antes tiraban tomates e insultaban, poco tiempo después aclamaban.
En los primeros minutos de la película Michael Collins , se escenifica el Alzamiento de Pascua de 1916 (la Oficina General de Correos es, verdaderamente, grandiosa); cuando los ingleses bombardearon el centro de Dublín, y lo dejaron prácticamente en ruinas, amén de las numerosas bajas de civiles. Impresiona.
A algunos de los protagonistas los llevaron a la cárcel de Kilmainham, unas instalaciones sobrecogedoras en las que se han rodado muchas películas (en Wikipedia las recogen) : Michael Collins, The italian job, En el nombre del padre, El hombre de MacKintosh y Paddington 2. U2 rodaron en ella su vídeo A celebration . También os dejo este vídeo cortito.
Otros hechos que he apuntado en mi cuaderno: la intervención de algunas mujeres en el levantamiento, en puestos de responsabilidad, como la condesa Marckievicz de nuevo, los rumores y la realidad, compitiendo entre sí… Y un tema legal (¿hay algún abogado en la sala?): “Quizás desde entonces, Irlanda venera a sus escritores: Los derechos de autor de los creadores están libres de impuestos” (no sé en la actualidad)…
“Ser irlandés, dijo alguien que no recuerdo, no es un regalo, es un martirio”.
Capítulo 4 “Rumbo al oeste”
En 2012, Javier Reverte está felizmente instalado en Westport, en el condado de Mayo, cerca de la bahía de Clew, con más de veinte pubs que ofrecen música en vivo, en un municipio vital, limpio y alegre; no demasiado lastrado por la historia “No está obligada a comportarse de acuerdo con su historia”.
En las primeras páginas de este capítulo, nuestro escritor nos describe cómo es el lugar donde está escribiendo su viaje de 2004: paisajes (la montaña de San Patricio), personajes históricos (como la pirata del siglo XVI, Grace O´Malley, la Soberana de Umaill ), o el salvaje John McBride, el padre de Sean McBride (Premio Nobel de la Paz); pero también nos relata quiénes son los amigos que ha ido haciendo, en su mayor parte, en los pubs: músicos aficionados y profesionales. Es un verdadero fresco de las gentes que habitan los pubs de Westport, y su atmósfera, tan particular.
La capacidad de practicar varias disciplinas artísticas de los artistas irlandeses, le sirve a Reverte para dejar en el aire la siguiente reflexión: “En España te dejan ser solo escritor de un género; en Irlanda puedes serlo de varios. (…) Los críticos tienen poco peso”. ¿Sería un pensamiento ligado a su propia trayectoria? Reverte escribía novela, además de libros de viajes. ¿Era mejor escritor de libros de viajes que novelista o periodista?
Desde esa vida idílica en Westport de 2012 “¿Qué más se puede pedir a la vida?”, en el molino rehabilitado en el que se aloja, vuelve a sus cuadernos de notas de 2004, retoma el viaje literario.
Y, sí, rumbo al oeste desde Dublín, en un trayecto en tren que le lleva a las montañas de Kerry, leyendo la biografía de Joyce de Ellmann, mirando desde la ventanilla paisajes como éste: “Bosques nobles de arces, alisios y castaños poblaban las llanuras y , al fondo, las sobras inciertas de las montañas de Kerry nadaban entre los oleajes de la bruma”. Los encuentros con los viajeros (la charla con las mujeres, el hombre Frankenstein que huele a cuadra…), son otras de las delicias de viajar solo.
Llueve y llueve en su destino, el pueblo más bonito de Kerry, Killarney (no sé si el más bonito, pero es… decidme cómo es). Así que se larga a la península de Dinggle (película La hija de Ryan). Dos nuevas historias, entre legendarias e históricas, se pasean en este capítulo: los bandidos buenos (interesante la analogía que establece con las leyendas de los forajidos buenos, en cualquier otra parte del mundo); y la historieta de que los españoles que naufragaron, allá por el siglo XVI, (La Armada Invencible), fueron bien acogidos por los irlandeses, dejando su descendencia por esos lares. Gracias a la carta de Francisco de Cuéllar, dirigida a Felipe II, en octubre de 1589, podemos tener una visión algo más exacta de lo que ocurrió. Aunque no podemos fiarnos de ninguna versión por completo… Por cierto, que hace pocos meses se rodó un documental, os enlazo un artículo y el tráiler en vimeo de esta alucinante historia de evasión llevada a la gran pantalla.
De regreso a Killarney, nuevas paradas en el embarcadero de Dunkin, y en Tralee. Y, no, no había dejado de llover en Killarney.
Hasta aquí, mis notas en mi cuaderno de lectura viajera. Me gustaría que compartieseis las vuestras, que si os ha llamado algo la atención lo suficiente como para buscar un vídeo, o una imagen, o una referencia… también lo compartieseis, y entre todos, hiciésemos nuestro cuaderno de notas más extenso, más completo, más plural. ¿Os animáis?
Os dejo aquí, el ritmo de lectura de Canta Irlanda para las próximas semanas:
Semana del 15 de marzo: capítulos 5, 6 y 7 (incluido).
Semana del 22 demarzo: capítulos 8, 9 y 10 (incluido).
Semana del 29 de marzo: desde el capítulo 11, hasta el final.
Feliz viaje, lectores.