Capítulos 5, 6 y 7.
Capítulos 5, 6 y 7
Los tres capítulos que comentaremos esta semana, en mi opinión, son una muestra representativa de la manera en la que concibe viajar y escribir Javier Reverte: historia, literatura, geografía, descripción de paisajes y gentes, lecturas, remembranzas que explican su fascinación por el país… y una buenas dosis de ironía.
El capítulo 5, Y esta es mi historia, es, sobre todo, las islas de Aran.
(Fotografía: De Pixie, CC BY-SA 3.0)
“Si a Irlanda la significan el viento, la lluvia y el océano, su esencia es el archipiélago de Aran que cierra la bahía de Galway”. Las tres islas, la pequeña, la mayor y la de en medio Leyendo las descripciones de Reverte se me antojan salvajes, azotadas por el viento, la lluvia y el mar. Quizás con una belleza difícil de apreciar. Un tanto arisca.
No sé, quizás en esta sensación tiene mucho que ver el documental (parece ser que ya es un clásico) Hombres de Aran (1934, O’Flaherty), con esas imágenes en blanco y negro, grises. (Muy interesante cómo relaciona esta manera de hacer documentales con el que hizo Buñuel de Las Hurdes, ¿qué opináis? Me recordó también a la fotografía de Robert Capa Muerte de un miliciano) En Inishmann, seguimos los pasos (y las palabras) de John M. Synge, que solía alojarse en ella, en un pequeño cottage. Todo es pardo, gris, las casas encaladas de techumbre de paja, y ese caminito que seguimos hasta llegar a la silla de Synge, donde se sentaba por las tardes a contemplar el mar, el atardecer atlántico y el perfil de Inishmore. Hermosísimo ese texto de Las islas Aran (1907, Synger) que nos transcribe Reverte. Me uno al pensamiento de nuestro escritor: “¿Qué añadir? Solo silencio.”
En la isla, nuestro viajero se topa con personajes muy curiosos. Él mismo dice que el japonés pintor, Naoisha Inove, cargado con sus tablas, volviendo a la isla porque no hay otra luz igual… es uno de los personajes más extravagantes con los que se ha topado. Pero lo cierto es que completan el catálogo la dueña del B & B, la guatemalteca casada con un irlandés, o ese pescador viejo de langostas al que Reverte le cuenta una ficción acerca de sí mismo (¿alguna vez habéis hecho algo parecido? ¿Fingir, sin ningún propósito especial que sois otros?). El diálogo en el ultramarinos, alrededor de los jerséis de lana y del motivo de que fuesen de distintos colores, también sorprende. Pero este capítulo nos deja más, mucho más. He anotado algunos pensamientos de grandes escritores como Joyce o Behan. Decía Joyce “Una nación no es más que la misma gente viviendo en el mismo sitio”. Decía Behan, refiriéndose a la gente de Galway: “sentirse orgulloso de ser de un sitio concreto es bastante tonto”.
En cuanto a esas tapias que separan los huertos de la isla, hechas con piedras y sin argamasa, me recuerdan a las que tenemos aún en algunas partes de la provincia de Salamanca, un verdadero prodigio constructivo.
Después de marcharse de Inismann, Reverte pasa unas horas en Inisheer, la isla más pequeña del archipiélago, en la que hay tres pubs, pero parece que no hay mucha intención de dar de comer, aunque sí de beber.
Antes de llegar al archipiélago de Aran, una parada en Limerick, protagonista de Las cenizas de Ángela, de Franck McCourt y los limericks, esos poemas graciosos e ingenuos que todo irlandés que se precie quiere crear y recitar en un pub. ¿Habéis leído el libro de McCourt o visto la adaptación al cine? A mí me resultó extremadamente triste el texto, no me animé a ver la película.
Y esta es mi historia. Maravilla de frase para terminar de contar una historia a la manera de las islas de Aran. ¿Habéis tomado nota?
Capítulo 6. El hambre y el exilio.
¿Cuántas veces hemos leído, o visto cine, en el que aparece la peste de la patata, la Gran Hambruna? Reverte hace aquí un relato histórico impecable. (Por cierto, vuelve a aparecer aquí Swift y su libro Una modesta proposición (1729), pero con más contexto.)
He seguido con gusto toda la narración de las causas y de los efectos de la Gran Hambruna en Irlanda, y del por qué no afectó al archipiélago de Aran. La pobreza, la superpoblación, la avaricia de los latifundistas, la excesiva dependencia alimentaria de la patata y la intransigencia de las autoridades inglesas que administraban la isla, todas estas razones llevaron al exilio o a la muerte a la mitad de los habitantes de Irlanda a mediados del siglo XIX. Se escribe/dice pronto.
Hay documentos y textos estupendos en este capítulo, como el diario de un viajero que se exilia, a bordo de un barco: las calamidades, las angustias, el hacinamiento, la enfermedad…
Por cierto, os añado un poco más de lectura, por si gustáis. El cuento Eveline, de James Joyce, que nos indica Reverte.
Seguimos viaje, rumbo al norte, por Connemara, y la Bahía del Perro (Dog´s Bay). Y otro encuentro, esta vez con una pareja otoñal, a la que persigue un perro que no cesa de ladrar…
Capítulo 7. ¿Innisfree? ¡Por aquí!
Seguro que habéis visto El hombre tranquilo, de John Ford, interpretada por John Wayne y Mauren O`Hara. Aún así, os recomiendo que la revisitéis. Javier Reverte habla tanto y con tanto detalle de esta película, que poco puedo aportar en ese sentido, solo sugeriros que la volváis a ver. Para abrir boca, os dejo a nuestro escritor comentando la película y una de sus escenas favoritas (por cierto, que aquí escoge la escena de la bicicleta y no cuando la descubre en el bosquecillo con las ovejas, que es la que señala en Canta Irlanda). Es poner voz a lo que nos cuenta (más extensamente), en la novela.
Reverte visita Cong, que es donde se rodó la cinta, y lo tilda de parque temático. (Qué maravilla de poesía absoluta lo de utilizar el lugar quimérico del poema de Yeats, Innisfree (Isla Libre), como contexto geográfico). Dice Reverte que “John Ford trató de transmitir el lirismo de Irlanda y el viento de la juventud”. Fue nominada a varios Óscar, y se llevó dos: dirección y fotografía.
Si visualizamos la cinta con ojos del siglo XXI, encontramos muchos detalles que nos chirrían: tildar de Homérico un supuesto alarde sexual, una pelea, o una borrachera; arrastrar a una mujer por los campos para devolverla a su hermano; el tema de la dote; calificarla de solterona (incluso aquí, Reverte con ironía, dice que a Maureen O´Hara se le había pasado casi el arroz… con los estándares de la época, porque en otros pasajes ya vemos cómo Reverte alaba el carácter, la personalidad, la belleza de la actriz, y su voz, espléndida. No creo que Javier Reverte compartiera esa visión machista sobre la mujer, que recoge, porque la película responde a otro tiempo).
Cuando Javier Reverte sale de Cong, y contempla la naturaleza, ese pensamiento me parece tan exacto y tan bello: “en algún momento deberíamos devolver la tierra a los pájaros y a los árboles”.
Continuamos viaje hacia Leenane y la isla de Achill, contemplamos la belleza del fiordo de Killary, visitamos Westport (donde nuestro escritor reescribió su viaje). En la isla de Achill, todo es pardo, montañoso, agreste “ violencia neolítica sobreviviendo en el siglo XXI”. En Doogort pasó varios veranos otro autor de referencia para él, Böll. Parece que el lugar es bastante desolado, y Reverte solo puede justificarlo por las terribles experiencias que vivió Böll en la Alemania nazi. El cottage donde veraneaba el escritor es ahora una casa de retiro para escritores, aunque Reverte jamás de los jamases se hubiese ido allí a escribir.
A lo largo de estos capítulos han ido apareciendo algunos alimentos más o menos típicos de Irlanda (estoy pensando en la sopa de miso de la dueña del albergue de Innismann…): ostras, pollock (bacalao autóctono del archipiélago de Aran), Irish Stew (el estofado tradicional de cordero), mejillones y ensalada de cangrejo, … y los olores, siempre los olores: turba, pulpa de sargazos, cerveza, hierba, océano.
Me gustaría mucho que, si encontráis algún recurso interesante lo compartieseis con todos nosotros. Y, por supuesto, que comentéis todo lo que consideréis y gustéis.
Vuestro turno. Salud y largo viaje.