y 5 CAVAFIS ANTOLOGÍA
y 5 CAVAFIS ANTOLOGÍA
¡BUEN DÍA, ATRAPAVERSOS!
Esta semana acabamos nuestra inmersión en la obra del poeta alejandrino con los poemas del último apartado, ERÓTICA, que van de la página 245, “Uno de los dioses”, hasta el poema final “Según fórmulas de antiguos magos grecosirios”.
Como habéis podido observar a lo largo del libro, el antólogo ha hecho la división temática de los apartados sin atender al orden cronológico en el que fueron escritos (el año en que se escribió está debajo del título, a la derecha) ni al número de orden que el autor puso a sus poemas “canónicos”, aprobados por él. Esta observación viene a propósito del primer poema que Bádenas ha elegido para abrir el apartado, “Uno de sus dioses”, que a mi juicio da la clave de ciertos aspectos de la poesía de Cavafis: nos habla de un muchacho, un efebo, que pasa por la calle y que parece un dios bajado a no se sabe qué placer desde “las Muy Augustas Moradas Venerables”. El poema para mi gusto es magnífico: casi podemos verlo al dios en su majestuosa bajada a la tierra de los mortales. En él vemos la belleza y el respeto del paganismo en cuanto a la homosexualidad. No es de extrañar que Cavafis se apegara a los tiempos helenísticos, y con razón, pues esta naturaleza sexual (limpia de condenas morales) nunca más volvió a ser aceptada y enaltecida como entonces. En su obra parece como si el poeta no hubiera olvidado, no quisiera olvidar ese pasado, a pesar de tantos siglos posteriores de religiones condenadoras: cristianismo e islam.
Este cambio moral, y por tanto social, se muestra patente en el poema “Días de 1909, 1910 y 1911” (p. 274) en el que se contrapone lo que habría podido vivir “un joven tan bellísimo” en los tiempos antiguos y en lo que acabó en los tiempos presentes, pronto consumido por el oscuro trabajo “y el vicio vil y atormentado”. Duele leerlo. Porque a lo largo de los poemas encontramos esa connotación oscura de “el placer enteramente ilícito” (p. 254) aunque, por fortuna, muchos otros lo equilibran con la exaltación de lo sensual sin trabas, porque “si eres alejandrino no me censurarás” (p. 247).
En la entrada de la tercera semana os conté algunas historias de Bizancio. Alejandría, en el reparto del s. iv del Imperio Romano entre Oriente y Occidente, pasó a formar parte del Imperio bizantino y fue la segunda ciudad en importancia después de su capital, Constantinopla. La última referencia que hace Cavafis a la Alejandría griega es en el poema “Emiliano Monaes, alejandrino, 628-655 d. C.” (p. 218), y en la nota al pie, Bádenas habla de los tiempos confusos para la ciudad previos a la conquista árabe de Egipto: Alejandría “cae en 641; poco después Bizancio perdería Siria, Palestina y Mesopotamia. Es un momento histórico crucial pues se produce un cambio cultural absoluto que se prolonga hasta hoy, pasándose de una cultura helenizada a la musulmana” (p. 218).
Os hablaba del poema que abre el apartado, y también os hago notar el que lo cierra (muy significativo, a mi juicio), que es además el último del libro: “Según fórmulas de antiguos magos grecosirios”, que el poeta escribió en 1931, dos años antes de su muerte. En el poema el yo poético (“dijo un esteta”) se pregunta por un filtro brujeril que consiguiera por un día o por un breve instante traer su juventud, al amigo, su amor… y la alcoba. Al leerlo, ¿podéis sentir esa nostalgia, ese apego? ¿Ese deseo tan profundo de volver al pasado? Parece que el poeta, en cierto sentido, incluso joven, a juzgar por los numerosos temas inspirados en hechos históricos que escribió, siempre vivió en ese pasado que de algún modo lo serenaba. Un pasado, por decirlo de algún modo, no solamente vital sino cultural.
Personalmente me siento muy agradecida con esta lectura, pues yo también he vivido estas semanas sumergida en ese pasado al que convoca una y otra vez el poeta:
“Vuelve muchas veces y tómame, sensación amada” p. 249
“Guárdalos tú, memoria mía como eran.” p. 256
“Recuerda, cuerpo” p. 259
En cierto sentido, podemos decir que ha funcionado el anhelado filtro brujeril grecosirio que buscaba el poeta, puesto que nos ha permitido viajar con rumbo fijo al mundo helénico (Oh, Ítaca) de pura cepa, de la mano de un auténtico “autóctono”. Un filtro brujeril grecosirio, en efecto, llamado… ¡Constantino Cavafis!
Hasta aquí llegó la travesía. Nos volveremos a leer, si es vuestro deseo, la próxima semana en CARPE AMOREM de Aurora Luque. Por cierto, una autora que escribe muy en consonancia con el apego clásico de nuestro autor.
¡Hasta pronto, navegantes de poesía!
Estrella Ortiz