3 CAVAFIS ANTOLOGÍA
3 CAVAFIS ANTOLOGÍA
¡Ave, ATRAPAVERSOS! Feliz lunes 15 de mayo.
Esta semana iniciamos el tercer tramo de lectura que va desde el poema de la página 159, “Los peligros”, hasta “En la iglesia” de la página 195. En este tramo los poemas están agrupados en los apartados: Cristianismo antiguo, Ciclo sobre el emperador Juliano y Bizancio.
En primer lugar, tal como os dije la semana pasada, paso a contaros el “asunto hijos-as de Cleopatra”. La figura histórica de Cleopatra es fascinante, parece ser que fue una persona muy culta que vivió tiempos revueltos: la hegemonía creciente romana y crueles luchas por el poder entre hermanos y hermanas. Hasta donde he leído, mató (mandó matar) al menos a dos de sus hermanos. Estamos hablando de un tiempo en el que el poder se resumía la mayoría de las veces en matar o morir.
En el poema del momento en que presentan a César la cabeza de Pompeyo, “Teodoto” (p. 141), el instigador de esa muerte fue un hermano de Cleopatra, entonces faraón, en un intento por “caerle bien” al César. El efecto fue todo lo contrario: este se horrorizó, apoyó a su hermana al trono, se hicieron amantes y de su unión nació Cesarión. Por cierto, el niño y su madre se encontraban en Roma con Julio César cuando este fue asesinado, y tuvieron que volver a toda prisa a Alejandría.
Después, en las luchas de poder entre los generales romanos Marco Antonio, Lépido y Octavio para heredar el imperio del difunto César, Marco Antonio y Cleopatra se hicieron amantes, parece ser que de nuevo Cleopatra buscaba apoyo para mantener su reinado. Por entonces Antonio estaba casado con la hermana de Octavio, Octavia, y su relación con la faraona no facilitó precisamente la paz entre los dos generales, que además de cuñados eran rivales.
Los amantes estuvieron más de diez años juntos (con altibajos, como dirían las revistas del corazón) y de su unión nacieron tres hijos: Cleopatra Selene, Alejandro Helios y Ptolomeo Filadelfo. Ya estaba muy inestable el reino ptolomeico cuando se celebraron esos nombramientos que cuenta el poema “Reyes alejandrinos” (p. 150): puro papel mojado. Estos tres hijos pequeños, después de la muerte trágica de sus padres, fueron acogidos por Octavia, la viuda de Marco Antonio, en Roma.
En aquellos tiempos era fácil morir asesinado por la sola razón de ser un posible heredero al trono, y eso fue lo que le ocurrió a Cesarión. Octavio consiguió el máximo poder de Roma al vencer a Marco Antonio, y se convirtió en el primer emperador romano (pasó a llamarse César Augusto); poco después lo mandó llamar, con promesas de ofrecerle poder, para matarlo. Algunas fuentes cuentan que el niño no tendría más de catorce o dieciséis años. ¿La razón? Pues la frase: “Demasiados Césares”, con la que termina el poema “Cesarión” (p. 152).
Los poemas del apartado CRISTIANISMO ANTIGUO me parecen muy ricos en matices a la hora de reflejar la transición religiosa que se produjo (duró siglos) hasta la desaparición total del paganismo helénico, después de declararse el cristianismo la religión oficial del imperio romano en el año 380. Me ha gustado mucho “Mires; Alejandría 340 d. C.” (p. 168) porque refleja una situación muy dramática: el momento en el que llega un joven pagano al velatorio del que había sido su amante cristiano. De nuevo el poeta coloca la acción en su amada Alejandría.
También me ha parecido fascinante la figura de Apolonio de Tiana, a juzgar por las notas históricas que aporta Bádenas en el poema “Si es que murió” de la página 163.
Mucho tuvo que atraer a Cavafis la figura histórica del EMPERADOR JULIANO (el Apóstata) para dedicarle tantos poemas. Intuyo que le servía de reflexión sobre el hecho de que una situación puede llegar a ser irreversible a pesar de los esfuerzos por volver “al origen”. Esto le ocurrió a Juliano, que hizo un intento de volver al paganismo, pero sin éxito. Para entonces, ya se había andado a nivel colectivo mucho camino y no se pudieron retomar esos viejos tiempos paganos. En el poema “Viendo Juliano la indiferencia” (p. 174), se evidencia que el mismo emperador ya no siente el paganismo auténtico, puesto que fue criado por cristianos. También se trasluce esta situación irreversible en la llamativa prepotencia con la que hablan los cristianos en los poemas “No comprendiste” (p. 179), “En las afueras de Antioquía” (p. 180) y “Gran procesión de sacerdotes y laicos” (p. 182).
Por último, aquí va un poco de historia sobre BIZANCIO, el tercer apartado de poemas de esta semana. Esta ciudad milenaria fue fundada por los griegos alrededor del año 667 a. de C. Más tarde fue conquistada por Roma y tomó el nombre de Constantinopla en memoria del emperador Constantino. Pasados los siglos, con la muerte del emperador Teodosio I en el año 395, el imperio romano se escindió definitivamente entre Occidente y Oriente. Roma continuó siendo la capital de occidente y Constantinopla paso a ser la capital de oriente, un enclave estratégico único en el mundo antiguo.
Con el paso de los siglos, el imperio bizantino se fue debilitando y el imperio islámico, entonces en plena expansión, fue poco a poco conquistando sus ciudades y territorios hasta que finalmente en 1453 cayó la capital, Constantinopla, en su poder. Por entonces el imperio bizantino se encontraba tan menguado, que todas sus posesiones eran poco más que la propia ciudad de apenas 50.000 habitantes. Tras su conquista por los otomanos, esta ciudad pasó a llamarse Estambul, hasta la actualidad.
Para nuestro poeta, imagino que Bizancio significaba el último reducto en el que se refugió el imperio helénico, diseminador de una cultura nacida más de 2000 años atrás.
Tras tantas historias, que espero os sirvan para situaros en la lectura de los poemas de esta semana, yo guardo silencio y vosotras y vosotros, ¡hala, a leer a Cavafis!
Que lo disfrutéis. Un abrazo en poesía,
Estrella Ortiz