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4ª parte. ¿Quién mató a los Hadler?

Libro que estamos comentando: 
Años de sequía
Parece que en esta última parte de AÑOS DE SEQUíA se enciende con un click el ritmo de la novela y el interés de los lectores, que en los capítulos centrales había decaido osetensiblemente. Después de muchas páginas en la que parece que no pasa nada importante en relación a descifrar los enigmas de la novela, Aaron Falk emprende una actividad frenética recorriendo el término de Kiewarra, del pueblo al río y de las granjas al centro de nuevo. Y todo esto lo hace a pie, o robando el coche de la policía, como cuando quiere tener una charla cara a cara con Mal Deacon
 
El coche policial lo roba cuando na mañana descubre desconcertado que su coche aparece todo recubierto y lleno de mierda, literalmente. Así que a partir de ese momento le toca moverse por el pueblo a pie, con todo el calor del verano australiano.
 
Aaron ha aparecido en esta novela más como un hombre de palabra, recordemos que se queda unos días en Kiewarra por complacer los deseos del padre de Luke, que como un hombre de acción. 
 
El cambio se produce cuando, seguramente harto de las vejaciones y presiones que recibe por una parte de los vecinos, escucha subrepticiamente en la comisaría la denuncia de Mal Deacon y de su abogada contra él. Poco antes Gretchen le ha comentado una confidencia relacionada con Ellie que había ocultado durante años. Ella sospecha que Ellie sufría abusos de su familia, sin precisar si eran abuso psíquicos o físicos, pero que claramente afectaban al ánimo y al comportamiento evasivo de la joven. ¿Qué opciones le quedan a Aaron?  ¿Denuciar también él a la familia Deacon, puesto que está convencido (y los lectores también, tal como los ha dibujado la autora) que ellos son los culpables de los daños que ha sufrido su coche e, incluso, que han tenido responsabilidad en las muertes que aparecen en la novela?
 
Mal Deacon y su sobrino Grant desde el principio se muestran como personas desagradables y con muchas posibilidadess de traspasar, o haber traspasado, el límite de la ley. Son violentos e irracionales, a lo que se añade que Mal tiene momentos de demencia en los que llega a confundir a las personas.
 
Sin pruebas no se pueden iniciar iniciativas judiciales, según le advierte el sargento Raco a Aaron. Ni tampoco parece lo más inteligente obsesionarse e intentar por su cuenta acciones que signifiquen acoso o vejación contra las personas, sus bienes o la memoria de personas fallecidas.
 
En ese momento el sargento Raco le recuerda que tanto Mal como Grant tienen coartada firme en la muerte de los Hadler y que Aaron no tiene ninguna responsabilidad en la investigación de los crímenes, que los dos las han iniciado de forma extraoficial, por lo que le agradece y le reconoce la ayuda que le ha ofrecido y que, sin él, no habrían llegado al punto en el que se encuentran. De forma categórica Raco le exige que deje de saltarse la legalidad y que ha decidido pasar el caso a la policía de Clyde.
 
Jane Harper expone, en esta última parte de la novela, con mucho ritmo los movimientos de los personajes y detalla muy bien las reaciones de los mismos. Consigue hacer muy creible la tensión dramática del argumento.
 
Después de varios días en los que habíamos visto a un Aaron Falk decaído y sin recursos, vamos a conocer a un policía con la perspicacia, la constancia y los conocimientos que se le suponen a un buen policía fiscal. Todo eso lo va a demostar en los encuentros que paulatinamente tiene con algunos personajes que ya conocemos. 
 
Visita a Gretchen y se encuentra con una especie de encerrona romántica que de ninguna manera le desagrada. El desenlace de esta cita tal vez sea una de las escenas que más me han gustado del libro: el repaso de unos álbumes de fotos origina un desencuentro entre ambos al que llegan cargados de razones, pero que podrían haberlo resuelto si hubiesen tenido voluntad por aclarar la confusión y si, me perece, Aaron no se hubiese mostrado ni tan cruel ni tan cabezota con ella. De la cita fallida con Gretchen queda un interrogante que volverá a plantearse al final de la novela y que quedará en el aire para que los lectores lo interpreten como quieran: ¿es Luke el padre del hijo de Gretchen, como las fotos dan a entender? Ella lo niega, pero Aaron (y yo también) cree que sí. De cualquier forma eso es algo que no va a afectar a resolver ninguno de los enigmas de AÑOS DE SEQUÍA.
 
Sin perder el paso de los acontecimientos, Aaron se va a ir acercando, desde su posición de observador, a una actitud activa de protagonista. A partir de estos momentos la acción se desliza como una avalancha.
 
Al volver a su habitación, Aaron se encuentra con el director Whitlam y acepta tomarse una cerveza con él. Entre ambos continúa la cercanía y la confianza para compartir confesiones entre dos personas que coinciden en sus ganas de abandonar el pueblo, agotados por el ambiente opresivo y por no haber visto cumplidas sus espectativas con las que llegaron allí.
Como anterirmente con Gretchen, la escena se oscurece cuando el camarero advierte a Falk de los problemas de Whitlam con el juego. 
 
En la noche la cabeza de Aaron no deja de dar vueltas hasta que, en un momento de lucidez, conecta varios detalles que ha ido conociendo de la relación laboral de Karen con el director del colegio; y de ellos extrae unas conclusiones que resolverán las muertes de los Hadler. El método deductivo de Aaron parece un poco forzado y y muy circunstancial, no basado en demasiadas evidencias, pero hay que reconocer que es original y está muy bien insertado en la trama de la novela. 
 
No queremos dar más detalles sobre el desenlace; solo volver a comentar que tanto Aaron como los padres de Luke están especialmente satisfechos al corroborar la inocencia de su hijo.
 
Y no podía faltar, una vez resuelto el principal interrogante de la novela, el desvelar la conclusión de la muerte de Ellie Deacon. Al igual que en el caso de los Hadler, Jane Harper muestra también su habilidad para hacerlo de forma lógica,  creible y no demasiado forzada, algo que sorprende en la primera novela de una autora, que, por otra parte, tiene vocación de llegar a públicos mayoritarios que no tienen que compartir nuestra devoción por la novela criminal tradicional.