3ª parte. Hasta la segunda charla con Ana Briongos
Libro que estamos comentando:
Los mares del sur
"El sur es la otra cara de la luna". Carvalho sufre una especie de visión y es incapaz de imaginarse, como tampoco se lo imaginan ninguno de los amigos, conocidos o familiares, a Stuart Pedrell cogiendo un avión y pasándose un año tirado en una playa de alguna isla, rodeado de bellezas polinesias.
Una corazonada le impulsa a buscar en el barrio de San Magín, el barrio que significó el culmen de la actividad especulativa y emprendedora de la sociedad formada con sus socios Planas y el Marqués de Munt en los últimos años 50. Los expertos en Vázquez Montalbán y en la Barcelona de la época relacionan el ficticio barrio de San Magín con algunos de los que forman hoy día el municipio de Cornellá (aunque en la novela se cite al municipio de Hospitalet), que entonces eran parte de lo que se llamó el "cinturón rojo" de Barcelona. Otros hablan de Bellvitge.
Cuenta Vázquez Montalbán cual era la estrategia para enriquecerse de los avispados constructores de la época, personajes que unían sus buenos contactos con la política con el filibusterismo necesario para edificar al menor coste posible, y sin las dotaciones urbanísticas y asistenciales que un barrio superpoblado requería, las viviendas que una clase obrera, recién llegada desde las provincias más pobres de España, necesitaban para servir de mano de obra a una industria que se expandía alrededor de la capital catalana.
"El criminal vuelve siempre al lugar del crimen", intuye Carvalho, y se imagina a Stuart Pedrell volviendo al barrio que construyó para ver cómo vivían en las "cabañas" que él había construido esas personas que habían depositado su esperanza en su nueva vida tan lejos de su lugar de origen. "Una ciudad nueva para una vida nueva". Es evidente que el buen olfato y la perspicacia de Carvalho, seguramente entrenado en sus muchos años de profesión de investigador y en su conocimiento de la condición humana, le conducen en la dirección correcta en sus investigaciones.
Vázquez Montalbán retrata a Carvalho entrando en el barrio de San Magín en Metro, traspasando una especie de frontera entre la Barcelona urbana y burguesa y el barrio obrero y pobre donde, desde el nombre de las calles hasta los bares y comercios (Bar El Zamorano, Tintorería Turolense, etc.), recuerdan el origen de sus habitantes. El cartel que se encuentra en la entrada del barrio dice redundantemente: "Está usted entrando a San Magín".
Además el autor refleja, sin citarlo expresamente, los días en los que se estaba celebrando la campaña electoral a las primeras elecciones democráticas a los ayuntamiento españoles, julio de 1977. Estos capítulos están salpicados de continuas referencias a carteles electorales de la época, "El Centro cumple" o "Vota comunista, vota PSUC". Ese aire de efervescencia política, o más bien de militancia reivindicativa de los movimientos obreros recién salidos de la opresión de la dictadura franquista, contrasta con los retratos de otros personajes que contemplan cómo cambian los tiempos y las estructuras del régimen franquista se deshacen. El dueño del bar o el policía añoran al dictador que había metido a España y a los españoles en cintura. Cifuentes, el encargado del local de Comisiones, es la otra cara de la moneda. Su ilusión es pasarles por las narices el papel de su pensión de policía durante la Guerra Civil a todos aquellos que lo despellejaron y lo maltratron en las cárceles y prisiones franquistas. Desde este punto de vista, el periplo de Carvalho por el barrio de San Magín es puro costumbrismo. Describe muy acertadamente personajes, actitudes y formas de vida que fueron muy característicos de esos años de la Transición.
Con una foto de Stuart Pedrell en mano recorre el barrio con la fe del que sabe que está siguiendo la pista correcta. La suerte le sonríe y enseguida ve confirmada su intuición; Antonio Porqueres es el alias que Stuart Pedrell ha utilizado durante ese año en el que ha estado alejado, o escondido, o realizando su particular viaje a los mares del Sur.
Poco a poco Carvalho reconstruye los detalles de su vida, tan gris que a él mismo le sorprende. El trabajo como contable en unos almacenes, el piso oscuro y desapacible donde vivía y que, ironías de la vida, había sido construido por él mismo, la participación poco exaltada en reuniones vecinales y políticas o la novia con la que se había relacionado en esos meses y de la que les separaban casi veinte años, no parecía ser el ambiente en el que aparentemente quisiera refugiarse una persona de la posición de Stuart Pedrell para satisfacer la ilusión de su vida y las ansias de evadirse de la mediocridad que lo rodeaba. Sobre él reflexiona Carvalho: "Vivía la novela que no podía escribir o la película que no podía dirigir". De nuevo Carvalho intenta desentrañar la personalidad del difunto y entender qué le llevó a tomar las decisiones que acabarían con su vida.
Ana Briongos, la novia, y su familia parecen ser la clave que puede explicar la muerte de Carlos Stuart Pedrell. Ella es una mujer fuerte, civista política y militante respetada en su barrio. Su vida y la de su familia representan la de tantos que crecieron y sobrevivieron a los duros años de la posguerra. Admite conocer a Antonio Porqueres y estar embarazada de él, pero desconoce la verdadera identidad del fallecido ni que su cadaver había aparecido unos días antes. Parece que sus lágrimas son sinceras.
A poca distancia de allí, pero separados por unos muros invisibles que hacen que los ambientes parezcan pertenecer a mundos distintos, Carvalho acude a la celebración de la obtención de la vicepresidencia de la CEOE por parte de Planas. En esa escena aparece el mismo Ferrer Salat, presidente de la CEOE y personaje de mucho renombre en el mundo empresarial de la época. Esos detalles añaden, cómo no, tonos de credibilidad a la novela, lo mismo que los de Solé Turá y otros más que aparecen.
Mima Stuart Pedrell, Planas, el Marqués de Munt o, incluso, la misma Jésica son figuras de las que Carvalho no oculta su desprecio, sin embargo no hay ningún indicio hasta ahora que les implique en la muerte del fallecido, a pesar que en algún momento de la novela Yes, su hija, confiese a Carvalho que sus socios y su madre han sido los culpables de la muerte de su padre. Parece que es una confesión que debe solo tenerse en cuenta de forma metafórica. Lo que sí queda bastante claro es que nadie quiere que se remueva demasiado la situación del barrio de San Magín, que tanto dinero procuró a los negocios de los socios.
Esta parte finaliza con una escena, la más cómica hasta ahora, entre Charo y Carvalho. Ella es una mujer de mucho caracter y con mucha retranca. Le molesta el desapego y el poco interés de Carvalho por su vida en común, que parece sostenida por unos débieles alfileres pendientes de la profesión de ella y del poco compromiso de él. "Si Charo hace falta, pues venga Charo. Si Charo no hace falta, pues Charo al cuarto de los trastos".
Podéis encontrar mucha información de Manuel Vázquez Montalbán en