Mujercitas, 30-38
Hola a todas y todos, aquí llegan las notas de esta penúltima semana con la familia March. Sí, penúltima ya, la lectura avanza a toda vela hacia las últimas páginas. De hecho esta semana os propongo unas 150 páginas para leer (capítulos 30 al 38, ambos incluidos). Ya os voy anticipando que en julio leeremos La marcha Radetzky, de Joseph Roth, un librón, ojalá os animéis a leerlo con nosotras y nosotros.
Pero dejémonos de preámbulo y metámonos en harina.
ESTA SEMANA: 30-38
Si os fijáis en estos capítulos se ve con mayor detalle ese centro que es la casa de los March y esos puntos de fuga que son las vidas de las hijas, cómo van saliendo del hogar y aunque la trama sigue volviendo una y otra vez a esa casa (cuyo padre volvió de la guerra y se convirtió en una anécdota de dos líneas, caray, sabemos menos de él que de muchos secundarios) la historia, o más bien las historias, van ensanchando el espacio de la acción.
Amy ha volado muy lejos, anda por Europa aprendiendo y labrándose un futuro. En estas páginas se anticipa un final a sus andanzas, un final ¿demasiado deseable, perfecto, redondo...?, estos detalles son los que, en mi opinión, restan verosimilitud a la historia. Otro tanto ocurre con Jo, sale de casa (por motivos distintos) y también estamos empezando a vislumbrar un posible cierre (¿deseable, perfecto, redondo?). Previsible. Otro ejemplo de este problema que comento es la madre, aparece sólo para aleccionar, aconsejar, dar doctrina (siempre perfecta), ¿quién es así?, creo que haría falta que al menos esta mujer se pinchara un dedo mientras cose para que podamos ver que tiene sangre. Aunque de esto ya hemos hablado anteriormente, cuando comenté esos perfiles tan marcados, tan estereotipados.
En cualquier caso, estas cuestiones que resultan, tal vez, un lastre para la trama, para la lectura (especialmente en estos días), son también pistas que nos muestran las pautas que se esperaban de este libro (no olvidemos, hecho por encargo) pensado para enseñar a las niñas a ser buenas esposas y mujeres de provecho. Pautas que encorsetan la historia pero que, sin embargo, no consiguen domeñar a sus protagonistas. A ver si consigo explicarme: esto es lo que se esperaba de este libro, estas cargas didácticas, estos personajes ejemplares, estos comportamientos estereotipados... y sin embargo, entre los carriles marcados se escapan, a veces con mayor evidencia, otras veces con menor, las protagonistas de esta historia. Al ser cuatro perfiles tan diferenciados cada uno sigue un ritmo distinto, pero sobre todo, unos aprendizajes muy diversos, tan diversos que a veces se alejan de lo esperado. El ejemplo más evidente es un personaje que se suele llevar de calle el corazón de lectoras y lectores: Jo. Jo no es una niña al uso, es libre, es independiente, es culta... Obviamente un personaje como este no podía salir triunfante en una novela pensada para mujeres como Meg o como Amy, no, Jo no podía acaparar todo el protagonismo, sin embargo es un triunfo que exista y consiga vivir acorde a sus anhelos. Y es un triunfo que sea la preferida de muchas de sus lectoras y lectores. En fin, no sé qué pensáis de todo esto, pero yo llevo dándole vueltas unos días.
Ciñéndome a la lectura para esta semana, me parece que la escapada de Jo viene impuesta, de alguna manera por el guion: es necesario que salga de casa y esa puede ser una excusa tan buena como otra cualquiera. La salida de Jo afecta a Beth y a Lauri: a Beth para seguir su trayectoria (que va anticipándose desde hace ya muchas páginas) y ahondar en su propia situación (en este sentido resulta sorprendente el giro del último capítulo de esta semana, es ahí donde entendemos de verdad qué está ocurriendo y cómo lo está llevando la propia Beth); a Lauri/Teddy porque le anima a reforzar e insistir en lo que busca y desea. Para ambos la conclusión de su propio itinerario será duro (bueno, para Beth más, obviamente).
Gracias a este viaje Jo vive otra vida, se dedica a trabajar, estudiar y escribir. Bueno, lo de la escritura daría para hablar y no parar; eso de que los cuentos con moralina mejor para los niños y niñas, ejem. Pero por otro lado hay mucha reflexión acerca del hecho de escribir y de la importancia de la acción (frente al espesor didáctico de las tramas... como la del libro Mujercitas). Y, sobre todo, este viaje nos permite la entrada de otros personajes en la historia, especialmente del profesor Bhaer (otro estereotipo, perfectísimo, sin aristas... ains, lo veo venir).
Por otro lado vemos a Amy bien desenvuelta en esa vidorra europea. Yo cada vez que leo pasajes de este tipo me quedo fascinado: había, y seguramente hay, gente que se dedicaba a vivir sin trabajar, a vivir con lujos, a vivir de las rentas. A gozar de la vida, las fiestas, el arte. Yo qué sé. Me sigue resultando muy chocante.
Capítulo aparte merece Meg y su vida de madre. Bueno, ahí tenemos una lección completa de cómo educar a tus hijos. Ese capítulo por un lado me resulta pesado, pero por otro lo veo tan actual. Es increíble.
Bueno, no me enrollo más que me están quedando largas las notas de esta semana.
Os leo en los comentarios.
Pasad una feliz semana de lectura.
Saludos cordiales,
Pep Bruno