La fiesta del Chivo, y VI
Hola a todas y todos, terminamos esta semana con la lectura brutal de las últimas páginas del libro (sí, he dicho brutal). Pero antes, ya sabéis, os recuerdo que la próxima semana comenzaremos la lectura de La Charca del Diablo, que apenas nos ocupará un par de semanas, y luego leeremos Los girasoles ciegos y, en julio, terminaremos antes del parón veraniego con La cabaña del tío Tom. No os despistéis que son lecturas muy cortas y muy interesantes.
Esta semana, como os decía, leeremos los capítulos XX al XIX, es decir, de la p. 397 a la p. 518 en mi edición, unas 120 páginas que, os aseguro, pasarán volando.
Al lío.
ESTA SEMANA
Hay pocas sorpresas en estas páginas, y quizás las pocas que hay tienen más que ver con los hechos históricos y con un personaje particular: Joaquín Balaguer, capaz de navegar en aguas tan procelosas y tener las ideas claras, la calma precisa y, sí, también algo de suerte de cara.
Pero vayamos por partes.
En primer lugar en estos capítulos sabremos del final de la mayoría de los conjurados, del terrible final en algunos casos, y de la mancha de sangre y venganza que el hijo mayor de Trujillo se encargó de alimentar. La venganza fue cumplida casi en su totalidad. Incluyendo a familiares y amigos. La manera cómo se realiza esta venganza es tremenda, es una de esas lecturas densas, pesadas, que oprimen el pecho. Yo he tenido que parar de leer en dos o tres ocasiones para tomar algo de aire. Es brutal. Brutal. La descripción asfixia la luz y todo se vuelve oscuro y fétido y doloroso. Y mientras, en ese equilibrio imposible, Joaquín Balaguer va avanzando, paso a paso, tejiendo una penosa red que permita saltar hacia la democracia.
Ya sabíamos que esta novela estaba muy documentada, pero es que en estas páginas se nos muestra con tal evidencia que todo lo horrible resulta más horrible, como si no fuera esta una novela. Porque, visto lo visto: ¿es una novela?, es más: ¿hay algo de ficción aquí?
Y mientras los perros del odio van mordiendo, la imagen sosegada del presidente-muñeco va dando algo de esperanza. Él se encarga, paso a paso, de ir haciendo el camino, ¡y es espectacular cómo va quitando de escena a la familia Trujillo!, hasta en el momento del clímax, cuando parece que tras tanto esfuerzo todo se desmorona y él tiene que mostrar por la ventana a los barcos varados en el puerto. (En cuanto paséis por ese momento entenderéis perfectamente de qué hablo.)
Por otro lado podemos por fin escuchar el relato completo de Urania que, igual que abre, cierra el libro. Un relato de nuevo espeso y duro, un relato que conocemos nosotros al mismo tiempo que conocen sus primas, su sobrina y su tía. Un relato espeluznante y horrible que vuelve a traer al libro a Trujillo (dos semanas antes de su muerte) y a entender que cada vez que a lo largo de la novela hablaba de la "flaca esquelética" era de Urania de quien hablaba.
Y ese relato se culmina con la escapada de la muchacha a Estados Unidos (¿Joaquín Balaguer sabía también algo de lo que aquí se estaba jugando?) y con las secuelas que le quedaron tras la visita a la Casa de Caoba.
Por último, una bocanada de aire fresco, la aparición de Antonio Imbert y Luis Amiama, los únicos conjurados que lograron salvarse (y que tuvieron una larga vida, alguno de ellos con continuas implicaciones en el devenir político del país durante muchos años).
En fin, espero que esta lectura os haya resultado de interés. En verdad Vargas Llosa logra atraparnos desde las primeras páginas y, desde ese momento, no nos da tregua. Es una lectura magnífica.
Nos vemos la semana que viene en La Charca del Diablo, de la mano de George Sand.
Pasad una feliz semana,
Pep Bruno